¿Agradecimiento o Ingratitud…?
Lic. Francisco Javier Álvarez de la Fuente
El agradecimiento surge cuando una persona se siente en deuda con otra, porque le ha producido algún bien, le ha prestado un servicio o le ha hecho algún regalo.
Las personas agradecidas se alegran por los bienes recibidos, los reconocen y están dispuestas a corresponderlos.
No se trata de devolver favor con favor, ni regalo con regalo, sino de sentir y expresar admiración y gratitud por las calidades humanas de quienes nos honran con sus dones.
Cada uno tiene siempre mucho que agradecer, y cuidar lo recibido es una forma de hacer evidente nuestro reconocimiento.
Entre los bienes que más agradece el hombre se encuentran la vida, la salud, la amistad, la lealtad y las enseñanzas de sus antecesores.
La gratitud y el reconocimiento son los mejores regalos que puede recibir una persona en cualquier época y lugar del mundo.
La ingratitud es índice de soberbia y egoísmo, cuando no de mala fe.
El ingrato se caracteriza porque ignora ó pretende ignorar el bien que le hacen los demás.
Está tan acostumbrado a obtener siempre lo mejor para sí, que no le es nada fácil reconocer los méritos ajenos.
Los favores que recibe, lejos de inspirarle agradecimiento, le inspiran rencor.
La ingratitud puede provenir también de una especie de descuido, de mediocridad espiritual. En este caso, específico, aunque no hay mala fe, no deja de ser triste, porque produce desconsuelo en aquellos que se esmeran por hacernos el bien sin obtener nunca la más mínima voz de aliento, ni el más ínfimo signo de reconocimiento por parte nuestra.
Lo anterior viene al caso, porque en todos lados hay quienes actúan al amparo del agradecimiento y si lo analizamos bien ese actuar es producto de la ingratitud, así podemos hacer mención a aquellos que habiendo recibido de otros apoyos, prebendas, concesiones u otros servicios, cuando no nos hacen algo que queremos nos volteamos contra ellos y los atacamos despiadadamente porque no nos dieron lo que esperábamos de ellos.
Así lo vemos todos los días, en todos lados, desde quienes fueron siempre integrantes de la iglesia, y siempre recibieron las atenciones debidas tanto de los sacerdotes como de los demás integrantes de ella y porque en alguna ocasión, el párroco en turno, no los atendió en ese momento porque estaba ocupado, o porque se le olvidó acudir a una invitación, o simplemente porque no les saludó al pasar, y con una facilidad increíble se cambian de religión.
También lo vemos en otras organizaciones o partidos políticos, cuando están en ellos y son candidatos y llegan a puestos ya sea de elección o administrativos, ahí si somos de hueso colorado de esa organización o partido y lo defendemos a capa y espada, hasta rayar en el fanatismo, pero cuando queremos ser dirigentes, candidatos o simplemente participar, y los que deciden, sean estos los demás militantes, o dirigentes, y no logramos nuestro objetivo, entonces nos olvidamos que durante mucho tiempo estuvimos comiendo y medrando a costa de esta organización o partido y entonces nos olvidamos de que debemos ser agradecidos en las buenas y en las malas, y de la noche a la mañana nos convertimos en ingratos, al cambiar de bando, al atacar a los que durante muchos años fueron nuestros compañeros de lucha, de alegrías, de satisfacciones y ahora los denostamos y los abandonamos.
Con que facilidad los seres humanos cambiamos de ser agradecidos a ser ingratos, ojalá que todos, siempre fuéramos agradecidos y no confundamos el agradecimiento con la ingratitud, porque son dos cosas totalmente contrarias y para hacer lo que a nosotros corresponde… ¡Aquí estamos!
