Luis Lauro Carrillo
LA NAVIDAD COMERCIAL.
En la actual sociedad secularizada, más allá de la tradición religiosa, las fiestas decembrinas, que comprenden la Navidad, Santa Claus, la algarabía de las doce campanadas del año nuevo, han derivado en una parafernalia comercial con propensión al consumo, a la emulación y al derroche desmedido.
Cabe señalar que la palabra Navidad proviene de «natividad» o nacimiento. Según numerosos historiadores y especialistas en materia, Jesús no nació ni el 25 de diciembre ni en 6 de enero, sino hasta el 23 de octubre del año 4 A.C.
Conviene hacer notar que cuando la Iglesia convirtió al cristianismo a los pueblos paganos del norte de Europa, constató que para ellos la fiesta más importante era el solsticio de invierno, es decir, el día 25 de diciembre que es el más corto del año, a partir del cual los días volvían a ser más largos
De ahí que la Iglesia no quiso arrebatar a esos pueblos su principal fiesta imponiéndoles otra, de tal forma que se hizo coincidir la fecha del supuesto nacimiento de Jesucristo con el día del solsticio de invierno.
En el contexto actual la Navidad comercial, es una oportunidad extraordinaria de los comerciantes para multiplicar las ventas de toda clase de productos, subsidiados por los Ayuntamientos con la decoración e iluminación de calles y plazas, fachadas y escaparates, con miles de luces y motivos navideños.
De tal suerte que la Navidad se presenta en las vacaciones escolares y gubernamentales, con incesante publicidad, y una Navidad de tiendas y almacenes y de plazas con puestos navideños que invitan al consumo y al despilfarro. Conforme se entienda y viva el hecho navideño puede hablarse, al menos, de dos navidades: la comercial, y la cristiana.
Por tanto entre creencias y reuniones familiares florece el negocio millonario, tiendas abarrotadas, miles de ofertas, regalos para los niños, presentes para los adultos, decoraciones, luces, música adoc y árboles
Para la clase política, empresarial y media alta, hay obsesión y compulsión por viajar a otros países, comprar regalos, sean BlackBerry, ipod, play boock, teléfonos móviles, lociones y perfumes, corbatas y pañuelos, libros, vídeos y el bacalao para la cena, bebidas, alimentos, cohetes etc.
Como podrá verse ellos sí tienen muchas opciones económicas para ir a esquiar a colorado, a las Vegas, a las playas del pacífico sur; no están obligados a usar sus “ahorros” o ganancias porque sus prestaciones laborales o utilidades de sus empresas les permiten sufragar esos gastos cómodamente.
En contraste a lo anterior la mayoría de los mexicanos que viven en la pobreza, tratan de subsistir, porque carecen de ingresos por falta de empleo y los que lo tienen no les alcanza el dinero para darle puerta abierta a la singular mexicana alegría.
Por otro lado hay quienes rechazan la Navidad cristiana basados en que Jesucristo hombre carece de la supuesta divinidad, porque no nació el 25 de diciembre, porque santa Claus no existe, mucho menos los reyes magos de oriente o consideran la navidad como una festividad de tradicional, o punto de reunión familiar y de amigos.
Para otros la Navidad es tiempo de tregua social, donde se concilian las diferencias y se congelan los problemas. Se recuerdan, como contrapunto de los sueños de Navidad, la pobreza y miseria de millones de mexicanos, la xenofobia, la violencia delincuencial, las enfermedades incurables, solo como tema de conversación.
No cabe duda que la Navidad y Año Nuevo sirven asimismo de ocasión para que las autoridades federales y estatales (presidente, gobernadores y alcaldes), dirijan mensajes especiales a sus gobernados, de felicidad y prosperidad, y animarles a vivir en paz.
En definitiva un país como México con más de 50millones de pobres que están subalimentados, al borde de la hambruna, la vigilia de Navidad no puede ni debe ser una noche de paz, ni de amor, no será ni siquiera una caricatura de noche buena. Seguirá siendo una noche y las siguientes de pesadilla, una noche marcada por las carencias.