“Pobreza vocacional…”
Lic. francisco Javier Álvarez de la fuente
La pobreza de nuestros días es la carencia de vocación, de sentido en la vida, considera cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la Basílica Patriarcal Vaticana en una entrevista con «Radio Vaticano», en la que intervinieron, además, monseñor, Rinaldo Fabris, presidente de la Asociación Bíblica Italiana; Giuseppe de Virgilio, curador científico de la obra.
El arzobispo confiesa que esta reflexión se la ha hecho al leer en los periódicos casos de violencia sin sentido entre jóvenes y adolescentes.
«La pobreza vocacional no es un problema que nos afecta sólo a nosotros, no es un problema clerical», «Es un problema de base, pues están en crisis la vocación a la vida.
Es un problema de toda la sociedad, pues los jóvenes de este modo se convierten en un problema, en un drama, en un peligro para todos».
«Sin vocación no se puede vivir, pues la vida deja de tener sentido, pierde su valor. Cuando uno queda vacío de Dios, no queda nada que lo llene».
La vocación, explicó Giuseppe de Virgilio, puede ser interpretada como la «revelación de la obra de Dios en la historia, que es esencialmente una llamada a la salvación». Es Dios –presentado en la Biblia como ‘el que habla’- el que «elige autocomunicar su propio misterio de amor al hombre».
Pero la revelación de Dios se realiza en la persona y en la misión de Jesucristo, que es la encarnación de la «Palabra ‘vocante’ de Dios». Por consiguiente, «el sentido religioso de cada vocación se puede resumir en la llamada de cada uno a ‘conformarse a la imagen del Hijo’», y a la plenitud de vida y santidad.
Monseñor Rinaldo Fabris presidente de la Asociación Bíblica Italiana, tras hacer un rápida reseña de la historia de la «llamada-vocación» en la Biblia, recordó las figuras de Abraham, Moisés, Jeremías, Pedro y Pablo.
Dijo que en ella se entrevé que «la creación inicial y el nacimiento de cada ser humano, creado a imagen de Dios, se remonta a la libre y eficaz iniciativa de Dios, que ‘llama a la existencia a las cosas que no son’ para que nadie reivindique derechos o adelante pretensiones ante Él».
Además, explicó, logramos ver en qué modo «la iniciativa gratuita y eficaz de Dios crea las condiciones para la libre respuesta de quien está llamado» y que «la llamada por parte de Dios es inseparable de confiar una tarea o misión en la que se concreta la respuesta humana».
«En breve, la llamada-vocación nace y madura en el contexto de un diálogo entre la libertad del amor gratuito de Dios y la libre respuesta del ser humano», añadió.
Esto es lo que se ve y se siente en las esferas Vaticanas, pero en nuestro México y concretamente en nuestra Diócesis de Ciudad Victoria, también se ve y siente la pobreza vocacional, ya que pocas son las vocaciones con que se cuenta y éste año en el Seminario Menor solo ingresaron ocho muchachos, de los cuales tres ya estaban y han perseverado, pero se necesitan muchos más, a fin de que esa semillita vaya fructificando a su tiempo.
Antiguamente, por cada familia católica había un hijo y de preferencia el primogénito, el que ingresaba al seminario y ahora no sucede eso, por ello, se hacen campañas para pedir por las vocaciones, misioneras, religiosas y sacerdotales, una de esas oraciones es la siguiente:
Señor Dios, Padre Celestial, Tu Hijo Jesucristo nos dijo: «La mies es abundante, pero los obreros pocos. Pedid al dueño de la mies que envíe obreros a su mies». Animados por estas enseñanzas, te pedimos que envíes a tu Iglesia, numerosas y santas vocaciones para el sacerdocio, a la vida religiosa y al apostolado laical. Consérvales fieles en su ministerio hasta el fin; y concédeles, por tu Espíritu Santo, un gran amor a Dios y a los hermanos, para que en su ministerio y en su vida busquen solamente tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Y para hacer lo propio… ¡Aquí estamos!