En la ciudad capital funcionan hoy alrededor de mil cantinas, bares y depósitos de vinos y licores.
La «explosión» del vicio ocurrió a partir del gobierno de Manuel Cavazos Lerma, cuando aparecieron, además, los centros nocturnos con variedad.
Y es que, en la época de Cavazos, terminó la prohibición de vender alcohol los domingos, una llamada “Ley Seca” que había impuesto el Gobernador Emilio Martínez Manautou.
Algunos lectores nos hacen la pregunta ¿cuáles son las cantinas más viejas de ciudad victoria, y que siguen trabajando?.
Nos concretamos a hacer una pequeña investigación en este sentido, considerando que forman ya parte de la historia de nuestra capital.
En resumen pueden ser tres: Mi Oficina, en 23 Hidalgo; La Reforma, del 22 Hidalgo, y otra llamada Quilantán, en 7 y 8 Hidalgo.
Las tres deben tener entre 90 y cien años funcionando ininterrumpidamente.
NACIO LA ZONA DEL VICIO
El Cronista de la Ciudad, Antonio Maldonado Guzmán, manifiesta que en 1893 fue inaugurada la estación del ferrocarril Tampico-Monterrey.
A partir de ahí, el desarrollo económico y el vicio giraron sobre la terminal, la calle Hidalgo y el mercado, tal y como ahora se ve con la central de autobuses.
Pero aclara que los restaurantes, bares y hoteles para la gente de alcurnia, se encontraban por la Hidalgo. Para los demás, por el rumbo de la estación y el mercado.
Dice que aparecieron decenas de centros de vicio y prostitución por el rumbo del 22 y 23. Se vendía cerveza, vinos, mezcal y aguardiente.
En tanto, en los lugares de categoría, había resturantes-bar, hoteles, billares y venta de ultramarinos (el clásico Sierra Gorda y hotel Palacio).
Además, había tendajones que vendían cerveza y vino copeado.
Establece que operaban varios lupanares por el rumbo de la estación. El último habría sido el llamado «La Chiquita», en el 23 y Morelos.
En los primeros años de este siglo, la zona de tolerancia se instaló por el rumbo del 12 y Allende.
Luego, en los años cincuentas, fue cambiada hacia la colonia Mainero, donde, en 1976, fue clausurada definitivamente.
Además de ser una de las primeras cantinas de la capital, La Reforma, del 22 Hidalgo sigue funcionando como tal.
En 1987 fue adquirida por Efigenio Mar González a la familia de los Terán, y fue entonces que se descubrieron interesantes documentos de la historia del expendio.
Por ejemplo, que el primer permiso, por parte de Hacienda Federal, se le otorgó en 1921, ya con el nombre de La Reforma.
Era el segundo permiso que se otorgaba para Ciudad Victoria, de tal forma que, comprobados, tiene 90 años en operación.
Se concedía licencia: Para venta de alcoholes, cerveza abierta, vinos, licores, mezcal y pulque.
Y el giro: Cantina con venta de abarrotes.
Los primeros dueños habrían sido de origen chino. Luego le vendieron a José Terán, y este a su sobrino Javier Terán Saldívar.
Este último le vendió a Mar González, quien a la vez la transfirió más tarde.
Y NACIO LA PRIMERA CANTINA
A principios de siglo, como en la actualidad, muchos negocios vendían clandestinamente, sin permiso.
Sin embargo, la primera cantina autorizada, que sigue funcionando, podría ser Mi Oficina, del 23 y Hidalgo, o privada Hidalgo.
Empero, el permiso oficial se le habría dado por 1915.
-Yo tenía ocho años cuando pasaba por aquí, y ya era cantina… Tengo 65 años, dice uno de los clientes.
Otro de los giros, con prostitución de mujeres, habría sido el negocio del 23 y Morelos, donde más tarde funcionaría La Chiquita.
Pero el cronista indica que la señora, que así la llamaban, comenzó a trabajar por los sesentas.
Ahí funciona, ahora, un depósito de cerveza cerrada.
Otro de los primeros giros, que todavía mantienen sus puertas abiertas, habría sido Quilantán, o Quilantanazo, del 7 y 8 Hidalgo, casi frente al mercado Arguelles, que inicialmente atendió la familia Puga.
El edificio es una vieja construcción del siglo pasado, que ahora es propiedad de una empresa cervecera, según nos informaron.
Y es que la actividad económica popular giraba en torno al mercado y la calle Hidalgo, donde circulaba un transporte de vagones jalados por caballos, hasta llegar a la estación férrea.
Otros negocios que funcionaron por años, fueron el bar Palacio, en 17 e Hidalgo, donde también operaba un hotel.
Y está la cervecería La Norma, en 17 y Juárez; El Gallito, de los Mancha, en Nueve Hidalgo y Juárez, y El Manolete, en 9 y 10 Juárez.
Y se encuentra La Rielera, también en el 23, pero en la calle de Morelos.
También es muy vieja la cantina El Caballo Blanco (sigue en operación), del Dos y Morelos, y El Ventarrón, del Cuatro y Juan José de la Garza.
Otra cantina vieja, que ya desapareció, se llamó La Florida (hotel), del Ocho y Abasolo.
Es célebre porque ahí se encontraba tomando el Inspector General de Policía y Tránsito del Estado, Julio Osuna de León, cuando le avisaron que había llegado a la ciudad el periodista Vicente Villasana, entonces director de El Mundo de Tampico, y que se había hospedado en el hotel Sierra Gorda, acompañado de su querida, una maestra Núñez de Cáceres.
Osuna se dirigió al hotel y obligó al gerente a que le indicara en qué cuarto se hallaban hospedados, y a que le abriera la puerta.
Cuando eso ocurrió, descargó la pistola sobre el periodista.
Los acontecimientos terminaron con la desaparición de poderes en el estado y la caída del Gobernador Hugo Pedro González.
Osuna duró 26 años en la cárcel, salió y falleció atropellado por el tren en Santa Engracia.
Hay dos errores en el texto. Ni Julio Osuna estaba tomando en Florida antes de asesinar a Vicente Villasana. Ni Florida era una cantina. Precisemos Julio Osuna empezó a tomar empezó a tomar ese 31 de marzo de 1947 en la comida que se le ofrecía a Benjamín López por su cumpleaños, después se tomó unas copas en la cantina El Bohemio, cuando se dirigia a su finca La Diana se encontró con un señor Cadena que le dijo que había visto a Villasana en el hotel Sierra Gorda. Ahora bien, Florida era un hotel y uno de los mejores restaurantes de la época en Ciudad Victoria, ubicado en la calle ocho, o sea la carretera nacional en la parte urbana de la ciudad, captaba al turismo carretero y a las elites de la localidad, precisamente quien comió ahí fué Villasana en compañia de su amante la profesora Hortensia de la Torre, lo demás es historia. Bibliografía Ciro R. de la Garza, La
Revolución Mexicana en el Estado de Tamaulipas,, Libreria de Manuel Porrura, S. A., 1975.