SI LA VIDA FUERA ETERNA, EL VIEJO CACIQUE TUVIERA 120 AÑOS
Cd. Victoria.- Si viviera tendría nada menos que ciento veinte años.
Nació el tres de octubre de 1890 en ciudad Victoria en la esquina de Matamoros y 16.
Ese mismo día, lo recuerda en sus memorias, llegó por primera vez una locomotora a esta capital.
Por eso a su madre, embarazada, sus familiares la dejaron sola en la casa de palma y madera. Todo el pueblo se había concentrado en la estación del 23 Hidalgo, o Calle Real, para esperar el acontecimiento y conocer el monstruo de acero.
Algunos lo consideran el político más destacado de todos los tiempos que ha dado Tamaulipas, aunque otros lo critican por un cacicazgo que ejerció por casi 30 años, hasta que llegó Miguel Alemán a tumbarlo.
Lo cierto es que, Don Emilio, es quien más ha destacado a nivel nacional e internacional, pues llegó a ser Presidente de la República por un periodo de dos años, además de ocupar varias secretarías de estado y representaciones diplomáticas.
DESDE NIÑO SE AGARRABA A PEDRADAS
EMILIO PORTES GIL es el segundo Presidente de la República que nació en Tamaulipas. Lo fue en forma provisional tras el asesinato de Alvaro Obregón.
Pero dejemos que él nos lo cuente en su obra Mis Recuerdos de Ciudad Victoria.
-Hice mi instrucción primaria en la escuela que entonces se llamaba Escuela Real de Ciudad Victoria.
En la parte sur de la ciudad, cerca de la nuestra, existía lo que se llamaba escuela de padres en la cual se educaba gran número de niños en la religión católica.
Y frecuentemente llovían piedras para nuestra escuela y para la de ellos, hasta que los maestros se daban cuenta de aquella pelea, que seguramente causó lesiones a muchos niños de una y otra escuela.
Al salir de clases, y esto era a menudo, nos encontrábamos en la calle con los alumnos de la escuela de padres y nos liábamos a puñetazos con ellos, tan inocentes como nosotros, pero desgraciadamente de procedencia escolar distinta.
Hasta aquí sus propias palabras.
Fue militar, diputado federal, Gobernador de Tamaulipas en dos ocasiones, secretario de Gobernación, presidente del Partido Nacional Revolucionario (hoy PRI), Procurador General de la República.
Ministro plenipotenciario en Francia y primer representante de México ante la Liga de las Naciones (hoy ONU); embajador en Ecuador, en la India.
Doctor Honoris Causa por las universidades de Kon-hun, de Corea; Santo Domingo y de Jackson, Mississipi; también por el Tecnológico de Subbock, Tx. y de la universidad de Bolivia.
LA MUJER DE CASCOS LIVIANOS
Pero dejemos que siga con sus anécdotas sobre un individuo al que llamaban El Mosco:
-Tenía una esposa muy guapa, y decían que era de cascos ligeros. Lo mismo decían de la esposa de un funcionario de Gobierno. Cuando aquellos señores se convencieron de que no era chismografía lo que se decía de sus señoras, fueron a solicitar el divorcio.
Se firmó el divorcio y, al salir El Mosco con su padrino -porque había sido su testigo de matrimonio-, por la puerta del juzgado, le dijo: Padrino, baje usted la cabeza!.
-¿Por qué?.
-¿Qué no ve usted que la cornamenta que llevamos es muy grande y corremos el riesgo de perderla?.
-Anda grosero!.
-La verdad! cotestó El Mosco.
Acciones que realizó como Presidente: Combatió la rebelión de Gonzalo Escobar; le dio la autonomía a la UNAM; puso fin al conflicto cristero (la Guerra Cristera); otorgó asilo al general César Augusto Sandino, de Nicaragua; creó lo que ahora es el DIF; rompió relaciones con la Unión Soviética; dictó el Código Penal, de Procedimientos Civiles y Penales y la Ley Orgánica del Ministerio Público.
Y otra anécdota más del humor de don Emilio.
-La dureza con la que nos trataban casi todos los maestros era tremenda. Diez o doce reglasos en la mano por cualquier travesura que se hacía.
Nos deleitábamos cogiendo moscas, les poníamos en la parte de atrás un pequeño papelito, y andaba la desgraciada mosca volando por el salón. Cuando se descubría al autor de la travesura, le costaba diez o doce reglasos y un plantón de tres o cuatro horas.
PORTIFICE DE ROMA, ABORTO DEL INFIERNO
En realidad el nombre completo de nuestro personaje fue Emilio Cándido, nieto de un migrante dominicano.
-El nombre que me puso mi padre fue Emilio Cándido, porque según decía mi madre, su esposo era un libre pensador que odiaba al mal clero. Emilio, por la obra de Juan Jacobo Rousseau, y Cándido por la obra de Voltaire, en que ambos escritos se revelaban como anticlericales.
Desde chico, Emilio Cándido fue un tremendo liberal y anticlerical.
Había sido educado nada menos que por Don Juan B. Tijerina, un anticlerical implacable.
Recuerda la declamación de Don Juan.
-De todo lo más ruín y más villano
De la ira ardiente y del rencor profundo,
de todas las infamias del Sodomo,
ha surgido ese aborto del infierno
que se llama el Pontífice de Roma.
Don Emilio jamás hizo dinero a manos llenas, nunca se aprovechó de sus cargos para sustraer dinero público. De lo contrario habría muerto sumamente rico.
De sus primeros años en Victoria, descalzo, recuerda.
-La casa donde yo viví estaba situada en la calle Matamoros, cruz con el callejón numero 16. Era una casa con techo de palma, en la cual vivíamos mi madre, que tenía dos hijos, Domingo el mayor, y yo el menor, mi abuela ciega, dos hermanas de mi madre, una de ellas viuda con cuatro hijos, de los cuales uno era mujer.
En 1912 se fue a la ciudad de México a estudiar Derecho.
Sin embargo dos años después se incorporó a la revolución constitucionalista.
Como militar:
-En Veracruz, a donde llegué a finales del mes de diciembre de 1924 me nombraron subteniente escribiente de asesor en la Comandancia Militar de la plaza.
Conoció a Don Venustiano Carranza.
-Carranza, mirándome, le preguntó al general Pesqueira.
-¿Y este joven quién es?
-Es un estudiante de Leyes que se vino con nosotros de la ciudad de México, y ya solo le falta recibirse.
Y entonces el jefe constitucionalista le dijo a Emilio.
-Recíbase usted joven, porque la revolución necesita abogados.