Cd. Victoria.- Las gotas de lluvia que comienzan a caer, ponen nervioso a Servando Zúñiga Lerma, lo inquietan, pareciera tenerles miedo, como si quisiera escapar de ellas en ese mismo instante.
De baja estatura, moreno, “El Chino” más bien le teme a los rayos, a los fenómenos meteorológicos en general. Es algo que llevará en su mente por el resto de sus días a pesar del tratamiento psicológico que ya recibe.
Zúñiga escapó “de milagro” –como él mismo lo refiere- al ataque de un rayo en las afueras de su domicilio de la calle Francia en la colonia La Libertad, de ciudad Victoria.
En apariencia se recuperó de las lesiones internas en dos días, pero las secuelas continuarán para siempre.
-Pensé que me iba a morir. Dije: Dios mío, si voy a morir, llévate mi alma, si estás conmigo, yo estoy contigo.
Eran como las seis de la tarde del miércoles nueve de septiembre del 2009, cuando El Chino, albañil y plomero, sintió que se venía una tormenta y salió a la calle, se recargó en un viejo carretón de tacos y tomó con su mano izquierda el tirante de un poste de energía eléctrica.
La tormenta no estaba en el sector sino que cubría la parte norte de la ciudad, de aquel lado del Libramiento Naciones Unidas, como lo pudo apreciar.
Pero la naturaleza no tiene normas y, en un abrir y cerrar de ojos, escuchó el estruendo y percibió la bola de lumbre que se le avalanzaba y le causaba heridas de gravedad.
-¿Pensó en su familia?
-Todo fue muy rápido, pero sí pensé en mi viejita, que la iba a dejar sola, porque mis hijos ya están grandes, casados.
Algunos vecinos dicen que el fenómeno pegó en un poste de la luz como a 60 metros del domicilio de Zúñiga, y la corriente se fue por los cables hasta llegar al tirante que él sostenía.
No lo sabe a ciencia cierta, pero vio que una bola de lumbre de colores caía sobre él, y mientras veía su cuerpo, le daba la impresión que despedía fuego.
La corriente le entró por la mano izquierda, donde resintió quemaduras; una parte le “brotó” por el hombro del mismo lado (herida) y otra por el brazo derecho, por un dedo.
La fuerza del impacto le dislocó el brazo y, al caer de su altura, le causó otras lesiones.
¡VOY A VIVIR! ¡VOY A VIVIR!
A sus 52 años volvió a nacer y así lo acepta y lo cuenta paso a paso, aunque su rostro es de preocupación, de miedo, y voltea y fija su mirada en el horizonte lluvioso, el estruendo de los camiones y sobre todo, la posibilidad de un rayo.
-Estamos hablando de décimas de segundo. Creo que el que se electrocuta no tiene tiempo ni de pensar.
Tirado en la banqueta, sin familiares presentes, Zúñiga comenzó a gritarle a su vecino que llamara a una ambulancia.
-Le dije que me había tumbado un rayo y me sentía muy mal. Poco a poco fui recuperando la memoria y pensaba: ¡Voy a vivir! ¡voy a vivir!.
Los primeros en arribar fueron los de la policía uniformada.
-Esto huele a soldadura– alcanzó a escuchar a un policía.
Y llegaron los socorristas de la Cruz Roja con sus recomendaciones.
-No lo muevan!. No lo dejen dormir!.
Como si adivinaran, momentos después El Chino sentía sueño, un cansancio tremendo, mientras sus familiares lo reanimaban.
Los minutos eran determinantes para salvar una vida. La ambulancia enfiló rumbo al Seguro Social donde el albañil presuntamente tenía sus derechos a salvo como trabajador de una constructora.
Pero no, los patrones no habían pagado al Instituto su reafiliación.
Para entonces ya le habían dado dos paros cardiacos. Estuvo apunto de morir en las instalaciones del Seguro, donde no lo recibieron.
Había transcurrido como una hora, cuando la ambulancia llegó a la sala de Cuidados Intensivos para Quemados, del Hospital General, donde a precio de oro comenzaron a darle los primeros auxilios.
Sentía que su brazo, dislocado además, lo tenía dormido; no podía mover ni los dedos, además de las heridas de la espalda y las manos.
La mañana del viernes los especialistas descubrieron que la corriente no le había afectado órganos vitales, y para las tres de la tarde lo dieron de alta.
Luego recibió una noticia que por poco y lo pone otra vez al borde de un paro cardiaco: La cuenta.
Le debía al Hospital nada menos que 16 mil pesos, aparte de los medicamentos que la familia tuvo que pagar en el día y medio de estancia.
Entre regateos, la cuenta final quedó en nueve mil 524 pesos y firmó un pagaré a 30 días.
Servando Zúñiga Lerma recibió noticias de los especialistas que su caso es extraordinario: Vive de milagro.
-Creo que viví para contarlo porque estuve consciente, nunca perdí el conocimiento.
La lluvia ha cesado y este hombre de cuerpo delgado entra a la construcción a cubrirse de sus temores, de la alucinación en que ve y escucha otra vez el meteoro.
Le han dicho que esto lo llevará por el resto de sus días, pero está vivo.