Jaumave.- La dramática vida de los talladores de lechuguilla todavía no termina, ni terminará; “se están muriendo de viejos y nunca verán un buen precio”, manifiesta indignado el dirigente local de la CNC, Eulalio Contreras Reyes.
Aunque dice que no está en contra de nadie, hace ver que “los políticos solo en tiempos de campaña dicen que van a tender a los lechuguilleros”, y siempre se les ha apoyado, sin distinción de colores, pero al llegar al poder, “se olvidan de la gente”.
Algunos ofrecen mejor mercado, directo a las plantas de industrialización, y otros que habrá subsidio a los precios que mantienen los acaparadores, pero nada de eso se cumple.
Acusan que el precio ínfimo de 15 pesos el kilogramo de fibra se mantiene por los intermediarios perniciosos que se llevan las ganancias.
Una de esas empresas es la llamada Santa Catarina, proveniente de Nuevo León, que todavía revende a otros, y seguramente, la fibra de Tamaulipas se va a los mercados internacionales, como dicen los expertos y conocedores.
Por ahora, nadie sabe con precisión cuantos kilos de fibra se producen en nuestra entidad, en la región del cuarto distrito, y menos los ingresos que obtienen los campesinos.
Un dato del sector agropecuario dice que en Jaumave 32 ejidos se dedican de alguna manera al tallado, pero no todo el tiempo sino por temporadas; 21 de Bustamante, 35 de Tula y seis de Miquihuana.
Otro dato señala que la máxima producción se logró en 1989 cuando los talladores tamaulipecos lograron reunir hasta seis mil toneladas en el año.
De lo que todos sí tienen conocimiento, es de que, en Jaumave, “hay un pillo” que se apoderó de las instalaciones de lo que fue la fantasmal federación de cooperativas La Forestal, y está explotando lo que fueron sus bienes.
Este se llama Héctor Barrón Carmona y dice representar a la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinas (CIOAC), pero todos lo consideran un vividor y están dispuestos a echarlo de las instalaciones.
UNA TONELADA HACE CUATRO AÑOS
Para conocer la situación de los talladors, nos dirigimos al ejido Independencia o Las Moritas, considerado por los dirigentes agrarios como uno de los principales que se dedican al tallado.
Cuando hay necesidad, hasta los niños y las mujeres se dedican a la fibra, pues el hambre los orilla.
Lo mismo pasa en comunidades como Las Pilas, El Sauz y Plan de Ayala, que no cuentan con sistemas de riego como para sembrar sábila, que es el cultivo de moda desde hace por lo menos 15 años, pero que también se sigue pagando desde entonces a 50 centavos el kilogramo.
El tallado ha decaído, manifiesta Juan García Zúñiga, quien hasta hace alrededor de dos años era el encargado de la compra de la fibra.
Hace cuatro años, expresa, tan solo en Independencia se tallaban hasta una tonelada por semana. Ahora no hay cuentas, como dicen los nuevos responsables, que se niegan a dar su nombre porque no quieren aparecer en la prensa.
El mismo García ha dejado de tallar y prefiere cualquier otra chambita por ahí ¿por qué?.
-Nada ganas con fregarte y sí otros son los beneficiados.
-¿Quiénes son esos?
-Los empresarios, los que compran.
Considera que en parte por eso la gente no talla, a menos que el hambre la orille.
“Para comprar cualquier mandadito necesitan por lo menos cien pesos, y tallando apenas sacas unos 60”, reitera.
Y en efecto, parte de sus compañeros que sí tallan, dicen que reúnen entre cuatro y seis kilogramos, que se les pagan a 15 pesos el kilo.
Es de advertirse que el precio es un peso menos a como se les pagaba hace cuatro años, pues entonces andaba en los 16.
-¿Quién controla los precios?
-No ha habido gente interesada y, si se interesan, los aplacan los competidores.
En los meses de mayor auge, al menos 40 personas de esta comunidad se dedican al tallado.
La mayor parte de los ingresos de las familias del ejido “El Nopal” también dependen del tallado de fibra, la que abundan por todas las parcelas áridas donde no se puede sembrar nada.
“Estas son comunidades sin futuro, donde ni siquiera hay un árbol para guarecerse del sol”, dice otro vecino que se niega a proporcionar su nombre.
Es el drama que todavía no termina.
BARRRON SE APODERO DE LAS INSTALACIONES
En esta región el sol de mediodía cala profundo pese a que los ejidos están a 700 metros sobre el nivel del mar.
Pero hasta los niños y las mujeres tienen que aprender a seleccionar primero las matas que están “a punto”, y luego realizar el tallado.
Cuando se hace un corte, la mata dura de dos a tres años para volver a generar hojas de buena medida.
-Mire usted a los niños, a los hijos de los talladores, cargando ya con su oaxaquita (colote) a la medida para poder ganar, manifiesta Contreras Reyes, quien no deja de ser crítico y pregunta y repregunta ¿por qué no se paga un precio más justo? ¿por qué no se nos da más atención?
“Llegan al poder y se olvidan de la gente”, reitera.
Todos los que han tallado alguna vez en la vida, desde el 21 de noviembre de 1940, cuando se fundó La Forestal, F.C.L., federación de cooperativas, sienten que algo les deben, pues se supone que ellos eran socios y, al final, no les dieron siquiera los ahorros que tenían por largos años.
Por eso la crítica en contra de Héctor Barrón, quien se ha apoderado de las instalaciones de lo que fue La Forestal, en el centro de Jaumave, y que abarca casi una manzana.
Los auténticos propietarios tratan de recuperar lo que fue de ellos, y que Barrón se apoderó y donde obtiene jugosas ganancias.
Renta a particulares infinidad de locales, como es el caso de la Asociación de Silvicultores; varias oficinas educativas, pollerías y negocios de ropa, además de que, cuando hay tianguis, les cobra por entrar a los estacionamientos. En las comunidades ejidales, ahí están también los edificios de lo que fue la federación de cooperativas, pero tamben unos cuantos vivales se han apoderado de ellos; los explotan mediante comercios, o bien los rentan.
Y eso, considera la gente, es de ellos, les pertenece.
Es de suponerse que la institución fue liquidada, pero las propiedades ahí están, sin que las disfruten los integrantes de al menos 750 cooperativas ejidales que operaron en los mejores tiempos, y cuyos integrantes todavía tienen derechos.
La Forestal fue una cooperativa fantasma que pagó una miseria a los campesinos por su fibra, y sus dirigentes se enriquecieron por espacio de 60 años.