DE “LAZARO CARDENAS” LO CORRIMOS POR PERVERSO
De acuerdo con las autoridades forestales, en Tamaulipas hay 770 mil hectáreas maderables que representan el 10 por ciento del territorio estatal.
Desde hace muchos años están en explotación 60 mil hectáreas, que corresponden un 66 por ciento a ejidatarios y el resto a propietarios en 19 municipios.
Oficialmente son reconocidos tres mil 500 productores o beneficiarios con elementos forestales.
Sin embargo, de esa cifra, el 99 por ciento apenas son lechuguilleros de la zona árida, en tanto que el gran saqueador de recursos es el pulpo Carlos Díez Gutiérrez Coleman.
Anualmente las autoridades otorgan un promedio de 65 permisos para cortar madera. Pero lo que no dicen, es que solo son permisos y el que se queda con ellos es Díez Gutiérrez.
Es él quien se lleva al menos 70 mil metros cúbicos de rollo de madera para obtener ganancias de hasta el dos mil por ciento.
El monopolio de talabosques lo ha mantenido por largas décadas para pagar precios de hambre a los auténticos propietarios de la madera, de los árboles, ya sean ejidatarios o algunos particulares.
Esto le genera un margen de utilidad leonino, comprando en rollo, que le ha permitido hacerse de los vehículos y equipos necesarios, además de disponer de los apoyos de programas oficiales e invadir terrenos nacionales que nadie reclama.
Así lo indican maderables de la región centro del estado, que se ven en la necesidad de irle a vender sus maderas todavía en el árbol.
Por temor a represalias del acaparador no dan sus nombres, pero sí los datos.
Mientras que en otras partes de la República los industriales de la madera compran a mil 400 pesos el metro cúbico, por ejemplo en Chihuahua, Industria Maderera El Roble apenas les paga 593 por la misma cantidad de trozos.
Esa hegemonía, dice un conocedor del ejido La Aurora, municipio de Hidalgo, le ha permitido al cacique un enriquecimiento desmedido con el que acapara casi todos los bosques de la Sierra Madre Oriental «por las buenas o por las malas» y aprovechándose de la necesidad de la gente, sobre todo de los ejidatarios.
Además de los cortes del árbol, otro de los problemas es el transporte.
Así por ejemplo, un viaje de camión a la sierra, por el rumbo de Santa Engracia, tiene un costo de dos mil 500 pesos, y apenas le caben entre los cinco y seis metros cúbicos en rollo.
Y el cacique apenas paga en dos mil 800 pesos el millar, con lo cual el dueño de la madera se gana apenas 300 pesos por viaje de camión rabón a la sierra con el monopolista, mientras que en otras partes del país los márgenes de utilidad se triplican para el dueño de los árboles.
«Pero mire, a los choferes de los camiones les paga apenas 150 pesos por viaje», dice la fuente, al añadir sobre los peligros de los conductores e inclusive los muertos que se han registrado en la sierra.
Hay otros madereros que en realidad no le son competencia, como Amaya, que está en el Olivo, o los de San Francisco (tecnología canadiense), municipio de Victoria; Santa Rosa y otros muy pequeños.
Otro renglón del pulpo maderero son las Asociaciones de Silvicultores a las que el cacique dio forma, para aterrizar todos los programas oficiales de FONAFOR Y Semarnat que son millonarios.
Por Tamaulipas se dio forma a cinco asociaciones fantasmagóricas, pero en todo el país son 218, que también tienen el mismo objetivo de acaparar recursos.
Hay una Unión de Ejidos Forestales que se creó en Tamaulipas en 1976, pero que vienen siendo paleros del monopolista.
Las dependencias autorizan los programas al sector ejidal, pero estos le dan el recurso a Coleman para que realice los trabajos. Además de venderle a precios baratos la madera en rollo.
Diríase que hay una complicidad de la organización ejidal con el gran cacique.
Luego se daría forma a una Asociación Regional de Silvicultores para dar cumplimiento al artículo 12 de la Ley General de Desarrollo Rural Sustentable, que el monopolista manera a su antojo.
«EN LAZARO CARDENAS LO CORRIMOS»
Lorenzo Moreno Montes es ejidatario en Lázaro Cárdenas, municipio de Gómez Farías, corazón de la reserva ecológica El Cielo, donde el monopolista y sus hijos tienen demandado a todo el ejido por cuestión de tierras.
Establece que de ahí corrieron a los taladores «y no permitiremos que saquen más madera».
Por largos años, el cacique y su gente saquearon maderas preciosas de toda el área, partiendo del poblado El Encino, pasando por La Libertad y otros que ahora están enclavados en la región protegida.
Indica Moreno que, para mantener una vigilancia más estrecha, pronto establecerán una estación de vigilancia en El Julillo.
Lo que ahora tratan de reforestar son los escombros que dejaron los madereros. Quieren que se recupere el bosque para promover el turismo.
«Queremos darle vida y no destruir», señala, e indica que ellos mismos son los vigilantes de que no lleguen las máquinas destructoras de El Roble y su gente.
Pero mientras eso pasa ahí, la destrucción de los bosques continúa en otras partes, como en la sierra de Tula, donde el monopolista mantiene un aserradero rumbo a la carretera Ocampo y a la entrada de Cristóbal Colón y Carrera Torres.
Pero no solo eso, sino que Díez Gutiérrez se dedica a talar lo que es la reserva natural protegida Altas Cumbres, en Victoria y Jaumave, que son terrenos nacionales de los que ya se apropió.
Pero este, es un tema diferente.