Mario se mueve presuroso. Va y enciende el crisol de su máquina, tal y como lo viene haciendo desde hace 60 años en los periódicos en que ha trabajado, y ahora el propio.
Es el director de Prensa de Victoria, el único medio impreso en la ciudad que se elabora en el sistema caliente, como se hacían los periódicos del siglo pasado y el antepasado.
Modesto, acomedido, Mario Catarino Sánchez Lozano muestra sus máquinas ya centenarias, como lo manifiesta. Una de ellas dice claramente: Fabricado en 1888 en la ciudad de Nueva York.
Se la compró a El Heraldo de Brownsville hace 36 años cuando ese cotidiano cambió de sistema caliente (metal) a litográfico.
Prensa de Victoria aparece dos veces por semana y algunas de sus páginas todavía son elaboradas con metal y tipos móviles.
-¿Todavía consigue plomo?
-Sí, hay un amigo que tiene…Pero yo lo vuelvo a ocupar, lo reciclo. Se vuelve a fundir y se limpia.
Las líneas del texto aparecen en una aleación de metal que lleva plomo, estaño y zic, cuyos vapores, al inhalarse, significaron la muerte de muchos linotipistas todavía hasta los años sesentas del siglo pasado en ciudad Victoria.
Mario se ha escapado a esas consecuencias a pesar de los años que laboró manejando los equipos, siempre calientes, siempre con el gas por un lado.
Ver las máquinas de Mario es conocer la historia viva de los medios tipográficos: Las planchas, las galeras, la prensa plana que apenas avienta una hojita y parece desbaratarse; las fuentes, los linotipos e intertipos.
Y todo, todo funciona bien, aunque tiene problemas para conseguir piezas de repuesto, dice.
-¿Por qué no se modernizó?
-Por falta de dinero…Había muchos problemas económicos.
OLER LA TINTA Y CRISOLES
Un día de 1947 Mario Sánchez ingresó como linotipista, olió la tinta y los crisoles y es fecha que no se separa del medio periodístico. Oportunidades las tuvo en otras empresas, pero siempre regresó a lo suyo, a formar líneas, cabecear con tipo móvil, a elaborar clitchés.
Tenía tres meses en El Mundo de Tampico cuando su director, Vicente Villasana, fue asesinado el 31 de marzo de ese año en ciudad Victoria por el Inspector General de Policía y Transito.
En esa empresa permaneció por espacio de 20 años, «hasta que me corrieron por agitador pues era parte del sindicato».
De ahí se fue para Monterrey a especializarse, donde laboró en El Tiempo, y también en El Internacional de Reynosa, y algunas imprentas privadas, pues todo el sistema se manejaba en base a metal.
-Lo que hemos llevado es un gran experiencia, comenta.
Fue en Tampico donde se casó.
-Tuve la gran oportunidad de encontrar a una mujer bonita, buena y trabajadora.
En el puerto era linotipista, formador, publicista y hacía las cobranzas, por lo cual se especializó en muchas cosas.
LA LLEGADA A VICTORIA
Piel morena y cabello blanco, Mario tiene su imprenta frente al panteón del Cero Morelos. Se mueve entre ramos y arreglos florales que ahí le encargan sus vecinos.
Hace como 34 años llegó a ciudad Victoria a trabajar con Mario Valdez en el periódico El Correo, que se encontraba en el Once y Morelos.
-Vine como operador de máquina y llegué a ser director…Se cerró porque no firmó contrato con el sindicato de tipógrafos e hicieron su movimiento.
Por la época lo invitaron a dirigir los noticiarios de la emisora XEHP propiedad de la familia Flores, y cumplió con ellos y el público.
-En la mañana noticias internacionales, nacionales y locales. A las dos de la tarde el cóctel social y a las cinco la nota roja.
Más tarde ingresó a la GW en el área de ventas, algo que siempre ha dominado.
Por entones comenzó comprar los equipos que le servirían para editar su medio propio, parte de los cuales hoy conserva.
Se asoció con Ramón Salazar y comenzaron a elaborar, el primer año, un periódico denominado «La Noche» porque salía cuando la penumbra ya inundada a la ciudad capital de 1970.
La máquina se las facilitó otro periodista, Herculano Macías.
Una aventura que todavía no termina.
SON 30 TECLAS
Mario enciende el crisol del intertipo y dice que esperará cuando menos una hora para poder comenzar a trabajar, esperar que el plomo se derrita.
-Esta máquina ya tiene más de cien años, dice mientras comienza a mover aquí y allá.
Manifiesta que el primer linotipo se lo compró a Leonelo González, quien la recibió como indemnización de un periódico que funcionaba en ciudad Victoria.
La otra se la trajo de Brownsville, de El Heraldo, y venía junto con una máquina de elaborar grabados en metal, la que pronto «se acabó».
-¿Se descomponen seguido?.
-Se batalla por las piezas, ya no hay, tenemos que buscarlas y de alguna manera acoplarnos.
Y ahora se concentra en su linotipo, el que, dice, tiene 90 teclas y no las 30 comunes de una máquina de escribir.
Hay teclas separadas para mayúsculas y minúsculas, para números; hay cinco vocales con acento y cinco sin acento. También los ajustes y los espacios.
Pero eso, eso lo domina él a la perfección, como hace años cuando tomó por primera vez un linotipo.
-Tuve que elaborar un teclado de cartón para ponerme a practicar por las noches y aprender el lugar de cada letra, manifiesta.
Pero le insistimos a Sánchez Lozano.
-¿Y la modernización?
-Cierto, pero no hay dinero para hacer un periódico fuerte. La gente compra uno pero no dos.
-Si esta máquina ya no sirve ¿se la han pedido?.
-Se la regalé a un amigo pero no ha venido por ella.
-¿Por qué no al museo?
-No me han dicho nada, pero aquí está.
Y nos despedimos de Mario, a quien dejamos elaborando sus textos, «parando» el material para la edición del día siguiente.