Ejido 20 de Abril, Jaumave.- El grupo está allá, a más de mil 800 metros sobre el nivel del mar, conviviendo con la naturaleza, escuchando sus cantos que retumban en el mismo cielo.
Tenemos las nubes aquí cerquita, casi en nuestras manos. Rozan nuestras cabezas, las de los intrusos. Pareciera que se quieren deshacer de ellos, de nosotros.
Disfrutamos el clima templado que más bien es frío. Pese a que es mediodía, el sol apenas se deja asomar en esas montañas cercanas que nos dan una referencia de infinito y nos conducen a la nada.
“Escucho la voz de los árboles y de las piedras”, diría el poeta mientras el conjunto hace un alto a mitad del camino de esos 31 kilómetros de terracería sobre la Sierra Madre, que ya parecen eternos.
Ha transcurrido hora y media desde el inicio del trayecto, para colocarse a más de un kilómetro sobre el nivel del nivel en que se encuentra la cabecera municipal.
Han pasado alcaldes que quieren impulsar el turismo pero no le invierten ni consiguen capital. Los gobernadores menos. Por estos lugares venía Tomás Yarrington Ruvalcaba pero solo en plan de paseo.
Junto con sus hijos, utilizaban una casa que tiene en Jaumave. Las cuatrimotos su medio de transporte.
Y es que, de las 144 mil 530 hectáreas que conforman el área protegida, el 56 por ciento, 80 mil 935 hectáreas, se ubican en este municipio.
El potencial es interminable, pero hasta ahí. Nadie invierte.
Turistas americanos visitan esta parte de la reserva de la biósfera El Cielo. Personas llegan de otras partes de la República, amantes de la aventura, de la naturaleza. Gustan observar las aves, los reptiles y mamíferos.
Hasta hace unos años Jaumave no tenía acceso para vehículos hacia la montaña, Joya de Salas, hoy ejido 20 de Abril y comunidades y puntos como el Julilo y hasta desembocar en el Encimo, por la carretera de Victoria-Mante.
Hoy la ruta es completa, de aproximadamente 80 kilómetros, que comunica toda la reserva ecológica inclusive con San José y Alta Cima, en Gómez Farías.
Hay razones de sobra para que los turistas visiten esta región, inhóspita hasta hace algunos ayeres pero que hoy abre las puertas a los visitantes nacionales y extranjeros.
SOTANO QUE NO TIENE FONDO
Las camionetas doble tracción avanzan a paso lento, como si temieran llegar a ser trofeos de esa naturaleza indómita que no perdona la mano de los desconocidos.
Pero ellos quieren estar allí, queremos estar para contar a los demás, de las calandrias, de los querreques, colmeneros, palomas, coas que posan sobre las patas de vaca, encinos, pinos, liquidámbar y cedros chinos.
Y la voz de las guacamayas que van y vienen a la sierra complementa el escenario allá en las alturas. Bajan a la zona de amortiguamiento en busca de su comida, y se dejan querer, se dejan fotografiar mientras no se les agreda.
Ricardo García Castro bien que las conoce. Nació aquí, se crió y mantiene su parcela con algo de cultivo “y unas vaquitas”. Es parte de los 38 ejidatarios con una dotación de dos mil 728 hectáreas.
El reparto ejidal no es casual, pues comenzó en 1933 con las primeras 300 hectáreas que se le afectaron a la hacienda Joya de Salas, que habría pertenecido al coronel porfirista Nieves Hernández.
En su tiempo esas tierras fueron madereras hasta que en 1985 se decretó la reserva ecológica por parte del Gobierno del Estado.
“Yo tenía ocho años cuando empezaron a llegar los camiones”, confía nuestro hombre.
Aunque la comunidad se dedica al tradicional cultivo de maíz y frijol, además de cebada, papa y algo de tomate, todos saben que su futuro está en los servicios turísticos y mostrar las bondades que la naturaleza ha traído a esta parte de Jaumave.
Los manzanos ya se acabaron, y los duraznos y otros frutos de clima frío que le daban algo de sustento a la comunidad.
Bien lo dice Ricardo, ahí en “El 20” se ven los tigrillos, jaguares, oso, venado, zorras, guajolotes, ajoles y otras aves, pero uno de los atractivos principales es el llamado Sótano en Joya de Salas, que se encuentra en el centro del poblado, cerca de la escuela que no tiene nombre pero fue construida durante la administración del Gobernador Praxedis Balboa Gojon.
Es descrito como uno de los más profundos de la tierra, y donde cada año se introducen americanos “que duran hasta una semana para tratar de dar con el fondo”, como señala Don Fernando Martínez, quien casi llega a los 80 y aquí nació también.
Al decir de quienes han descendido, hay un tirón de aproximadamente 50 metros, luego un corredor que desemboca a un río subterráneo que tiene una cascada; luego otro tirón y así sucesivamente.
Las versiones son muchas, menciona el comisariado Candelario Cruz Ruiz, pero sobresale aquella de que alguien tiñó el agua con anilina, y el colorante fue a aparecer en el nacimiento del Río Sabinas, precisamente a unos cuantos kilómetros de El Encino, pero casi a 80 de aquí ¿será verdad? Los científicos simplemente vienen y se van pero no informan de sus descubrimientos.
Lo cierto es que el pozo ha sido descrito como el “que no tiene fondo”, y ahí está, a disposición de los investigadores y los aficionados a la aventura.
Dice la versión que los primeros exploradores espeleológicos habrían llegado a la región por 1965, cuando descendieron y levantaron planos del interior del sótano.
Pero aquí todo es maravilloso, como el casco mismo del ejido: Cuenta con dos presas, gigantescos lagos naturales que sirven para dar agua a los ganados.
LA VOZ DE LAS GUACAMAYAS
Los paquetes turísticos ya ofrecen un viaje al “Cañón de las Guacamayas”, que vendría siendo el santuario de su anidamiento, donde se reproducen y hasta vienen a dormir.
Y hacia allá va el grupo, cuesta arriba por casi dos kilómetros, entre las intensas pináceas y los veneros de agua, escuchando el silencio de la soledad.
Es la ruta que va hacia Alta Cima y San José, en Gómez Farías, como señala Jaime Martínez, también originario de la región y titular de Desarrollo Rural del ayuntamiento.
Las guacamayas anidan sobre el risco de una cañada que debe tener hasta 400 metros de profundidad.
Pero este día, las avecillas simplemente se negaron asomar su verde y colorido plumaje, se escondieron pese a los llamados de Jorge Gracia y otros de los aventureros.
Para la conservación de la especie, el ejido tiene proyectos con la CONAFOR para invertir varios millones de pesos en los siguientes años, aunado a la construcción de dos cabañas con fines turísticos que se quieren instalar en terrenos previos, donde ciertamente urgen inversionistas.
Consideran los lugareños que es aquí donde se da la reproducción de las aves y no en algún otro lugar.
Más que nadie los ejidatarios están interesados en la conservación del hábitat natural porque saben de la importancia que representa y, en el futuro, no se niega que sería su fuente de ingresos.
“Aquí, mi hermano encontró trampas de hilo para agarrar a las guacamayas”, comenta el güero Jaime en referencia al hallazgo de hace algunos años, y que provocó la alerta general.
Y es que los comerciantes de aves entran desde Gómez Farías y Llera, por el lado oriente de la reserva, donde contratan los servicios de guías deshonestos que los adentran hasta el altar de reproducción.
Estos y muchos atractivos más tiene el ejido 20 de Abril, aunque el poblado El Atravesaño, también de Jaumave, tiene mucho que ver, pues se encuentra en la reserva ecológica.
La gente, unos y otros, dicen que aquí cerquita se encuentra la cueva de “Los Portales”, lugar que visitan mexicanos y gringos aficionados a la espeleología, y dicen que han encontrado tesoros arqueológicos de quien sabe qué épocas, pero no hay registros.
Además, por otro rumbo hay paredes rocosas en que aparecen pinturas antiguas que tienen la figura de manos.
Mucho, hay mucho que contar de esta tierra que llama la atención de propios y extraños, y donde no pocos pretenden instalarse para pasar largas temporadas.
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