“Defensores de la dignidad…”
Lic. Francisco Javier Álvarez de la Fuente
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¿De dónde le vino a Abraham Lincoln la autoridad para decir que el derecho a elegir tener esclavos es inmoral? Al fin y al cabo, las leyes del país lo permitían. ¿Y de dónde le vino a Martin Luther King la autoridad para liderar un movimiento que reclamaba nuevos derechos civiles para los negros? Al fin y al cabo, la segregación era legal. ¿Y de dónde le vino a Naciones Unidas la autoridad moral para pedir el reconocimiento de unos derechos humanos en una declaración internacional, a pesar de que algunos Estados miembros los estaban vulnerando?
De los primeros principios. Principios que están enraizados en la naturaleza humana y que, a través de la razón, permiten descubrir una serie de derechos que son intrínsecos a toda persona pues derivan de la dignidad humana.
La retórica de Luther King sobre las leyes injustas y la igual dignidad de todos los seres humanos encontró continuidad en el movimiento provida que surgió en Estados Unidos tras la legalización del aborto, con la sentencia Roe vs. Wade de 1973.
Este mensaje ha ido calando en las generaciones más jóvenes, que hoy tienden a ver el debate sobre el aborto en términos de justicia antes que de liberación: dado que el feto es un ser humano vivo (independientemente de que sea deseado o no), el aborto es una injusticia radical que nos afecta a todos y a la que hemos de poner fin.
Alveda King, sobrina de Luther King, lleva años insistiendo en que el sueño de su tío abarca también a los concebidos no nacidos. Y denuncia el doble rasero con que se juzga ahora la discriminación: “Muchos de nosotros hablamos de tolerancia y de inclusión, pero después nos negamos a ser tolerantes e inclusivos con los más débiles e inocentes de la familia humana”.
La Declaración de Manhattan proclama como “verdades innegociables” la sacralidad de la vida humana; el matrimonio entre hombre y mujer; y los derechos de conciencia y de libertad religiosa
También Benedicto XVI había animado a los católicos a ser consecuentes a la hora de defender en la vida pública unos “principios innegociables”, que en buena parte coinciden con los de la Declaración de Manhattan. No era ésta una postura confesional, pues son principios que “están inscritos en la misma naturaleza humana y, por tanto, son comunes a toda la humanidad”, decía entonces el Papa.
Son precisamente las decisiones sobre estas cuestiones las que configuran la calidad ética de una sociedad. Aquí no valen las etiquetas políticas “izquierda”, “derecha”, “progresista”, “conservador”… “En el centro de estos principios está la dignidad humana”.
“Así que, puestos a buscar etiquetas, tendríamos que ponernos la de ‘defensores de la dignidad’”.
Hoy se disfraza el aborto como “derecho a decidir”, la eutanasia como “compasión”, el matrimonio gay como “igualdad” y la restricción de la libertad religiosa como “separación entre la Iglesia y el Estado”.
Así las cosas, podemos ver que los principales defensores de los derechos civiles, lo han sido, porque se oponen a hechos que atentan contra “verdades innegociables”, “Principios innegociables”, pero sobre todo principios inmutables “inscritos en la misma naturaleza humana”, como es el del derecho a la vida, a los derechos humanos pero bien entendidos, ya que el primero de éstos derechos es el de la vida, sine cua non, pudieran existir los demás derechos humanos, por lo que como atinadamente lo manifestó Benedicto XVI: “Así que, puestos a buscar etiquetas, tendríamos que ponernos la de ‘defensores de la dignidad’” y para hacer lo propio …¡Aquí estamos!