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¡Aquí estamos!

15 marzo, 2013
in Editoriales
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“cultura de la vida…”

Lic. Francisco Javier Álvarez de la Fuente

[email protected]

Con la llegada del Papa Francisco, nos alegramos que no se apartara un milímetro de la que ha sido la postura tradicional de la Iglesia sobre cuestiones como el aborto, la eutanasia o el rechazo frontal al matrimonio entre personas del mismo sexo.

En un encuentro con políticos y legisladores de América Latina, en agosto de 2009, el entonces cardenal Bergoglio hizo una cerrada defensa de la vida humana como algo sagrado que se debe proteger frente a la legislación del aborto (“ese genocidio cotidiano, silencioso y protegido”) o de la eutanasia. El modelo de sociedad que aplique esos instrumentos –dijo entonces- “se caracteriza por la cultura de la muerte y, por tanto, contrasta con el mensaje evangélico. Ante esta desoladora realidad, la comunidad eclesial trata de comprometerse cada vez más en defender la cultura de la vida.

La defensa de esta cultura de la vida ha de darse en todas las áreas, pero no podemos dejar de advertir que sus bases más sólidas arraigan en la familia, fundamento de la vida humana. Y hoy son muchas las insidias que amenazan la solidez de la institución familiar siendo -a la vez- desafíos para los cristianos”.

Los supervivientes del aborto son un grito profundo en favor de la justicia y de la vida, un reto que puede destruir los sofismas de los defensores de la mentalidad abortista.

Para quienes defienden el aborto para “tutelar” la libertad de elección de la mujer, pues sólo ella decide sobre su cuerpo y sobre la vida o la muerte de quien crece dentro de ella, el superviviente del aborto llega a convertirse en un “atentado”, una herida, que limita la libertad femenina.

La existencia de ese niño no era querida, no era amada, no era protegida. Tras un aborto fracasado, el superviviente dice a su madre y al mundo que es alguien, que necesita cariño, que vale por sí mismo, que ha logrado pasar la prueba de un proyecto asesino, que también él tiene derecho a elegir, a caminar en el mundo de los vivos.

Para quienes consideran que los médicos tienen un “deber” de realizar un aborto seguro y de calidad si una mujer lo pide dentro del respeto de las “leyes”, el superviviente de un aborto denuncia la impericia o el fracaso de un acto orientado a la muerte. Lo cual lleva al absurdo de pensar que fue “mal médico” quien no consiguió suprimir una vida humana, quien permitió el nacimiento de un niño no deseado, quien en muchos casos dejó cicatrices y heridas más o menos graves en un cuerpo indefenso.

La verdadera medicina, sin embargo, no busca la muerte de nadie ni pretende dañar en su cuerpo a seres humanos muy pequeños. En otras palabras, nunca será un “fracaso médico” el que un embrión o un feto haya sobrevivido al injusto y cruel acto que buscó acabar con su vida. El verdadero fracaso consiste, tristemente, en que sí haya abortos “seguros” y “bien hechos”, en que se use una ciencia destinada a servir la vida para provocar la muerte de un hijo desprotegido.

Para quienes piensan que el aborto sería justo simplemente por el hecho de haber sido autorizado a través de una votación del parlamento o de un referéndum popular, el superviviente de un aborto podría convertirse en un enemigo de la legalidad, un “error” de quienes no supieron respetar las leyes.

¿Es que la existencia de un niño puede ser considerada como una infracción, como un daño a un sistema jurídico, como la privación de un “derecho” de la mujer? ¿No será, más bien, que una sociedad está totalmente desquiciada cuando permite el aborto y promueve el que los médicos usen su saber contra la vida?

Los supervivientes del aborto son seres humanos tan dignos como tú y como yo.             Su existencia, tal vez sus heridas, nos piden, nos suplican, nos empujan a trabajar decididamente por terminar con el aborto en todas sus formas.

Por respeto a ese niño, por deseo de ayudar a la madre en su vocación al amor, por sentido de justicia, buscaremos promover leyes y comportamientos solidarios, con hospitales y con médicos al servicio de la salud y de la vida del más indefenso: el ser humano antes del maravilloso día de su parto.

Así las cosas seguiremos firmes en nuestra lucha a favor de la cultura de la vida, ahora más cuando vemos que S. S. Francisco es ferviente defensor de ésta cultura y para ello ¡Aquí estamos!

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