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18 enero, 2013
in Editoriales
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La familia… reducto y fortaleza

Lic. Francisco Javier Álvarez de la Fuente

[email protected]

La familia, la célula del tejido social, por antonomasia, resulta la panacea ante el caos y el desenfreno social; y aclaro el término funcional, como la familia bien integrada y en armonía, para diferenciarla de la familia conflictiva, que lejos de ser un lenitivo social, puede ser origen y causa de la conducta antisocial de algunos de sus miembros.
La familia la pueden integrar como mínimo dos personas; incluso la madre soltera y su hijo, o la divorciada o viuda y su prole, a más de tíos, abuelos, cuñados, concuños y primos; y por supuesto la tradicional integrada por el padre, la madre y la prole, que independientemente del número de los miembros que la integren, ésta puede ser armónica y funcional, o simplemente disfuncional. Esta diferencia la establecen las normas de conducta familiar, la educación intrafamiliar y la moral de los miembros más viejos, o pilares de la misma, que se preocupan por transmitir los valores tradicionales… respeto, honestidad, responsabilidad, etc., con el ejemplo y la palabra, a su descendencia.

Si bien la calidad de la familia se ha visto deteriorada en los últimos tiempos, mucho tiene que ver la «Revolución Feminista», y no es un punto de vista misógino y machista, sino una reflexión basada en la observación y la conducta de muy diversos grupos familiares. Recuerdo que hace treinta o cuarenta años, destacados sociólogos, lo mismo que personas de experiencia, comentaban: «El fenómeno de las maquiladoras, donde la madre abandona el núcleo familiar para irse a trabajar, traerá resultados nefastos a futuro; pero esto lo podremos observar en veinte o treinta años». El vaticinio se ha cumplido con creces; la falta de censura del Estado en las diversiones públicas, cine, teatro y televisión, ha traído la «desmoralización de las masas», sin que sea suficiente el mecanismo de la «familia funcional», que lo palie.

El desarrollo social siempre a la vanguardia de un modernismo progresivo irrefrenable, en busca de mayores libertades con un comportamiento basado en el factor fenomenológico, antes que en el analítico, moral y ético, nos lanza al rompimiento de toda barrera moral, como consecuencia de esa modernidad revestida de naturalidad; y que mucho nos ha lesionado. El asesinato, el robo, el abuso, el incesto, la homosexualidad manifiesta y todo aquello que reprueba la familia orientada, es para las nuevas generaciones de «educación fílmica», las que han abrevado sus principales valores y referentes de cultura y comportamiento en el cine y la televisión, lo totalmente aceptable, meritorio y hasta heroico.
El no obedecer cánones de conducta es lo plausible y moderno, lo agradablemente imitable, el mejor y mayor valor… el dinero, la autonomía violenta y el consumismo caprichoso; y la saciedad de los sentidos el mejor proyecto de vida. La sublimación de la esfera física, la desatención de la esfera mental, y el total desprecio de la vida espiritual, es el modelo de vida juvenil contemporáneo. Un mundo de pocos y violentos méritos y de bases sórdidas y falsas. Un criterio de vida que está colapsando nuestro desarrollo y la sociedad actual; y que no deja más camino, que actuar en respuesta con mayor violencia y drasticidad, y reorientar el sistema educativo y la conducta moral del Estado, volviéndolo custodio de nuestros valores, que ejerza una censura radical y no permisiva, ante la influencia de las grandes y poderosas corporaciones fílmicas y las desorientadoras televisivas; un reordenamiento que nos dé resultados inmediatos en la coercitividad, y resultados futuros a veinte o treinta años, por la buena voluntad.

Mientras, la familia funcional y orientada, será el mejor bastión que evite la deformación de los miembros de la familia, ante la presente y enorme descomposición social, es increíble la pasividad del Estado, ante la cotidiana reincidencia de los que disfrazados de defensores de los derechos humanos, y de los promotores de la diversidad de género, que pugnan por el reconocimiento de “sus derechos”, y que no hacen sino buscar a ultranza la destrucción de la familia, sin embargo, sigue existiendo una gran mayoría de personas en todo el mundo que defienden contra viento y marea la familia funcional y orientada como ocurrió recientemente en Francia con la protesta que hizo una gran multitud de ciudadanos libres por la aprobación de la ley que permite la legalización de las uniones entre personas del mismo sexo y por lo que nos toca a nosotros, seguiremos picando piedra hasta que seamos oídos y mientras tanto… ¡aquí estamos!

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