Luis Lauro Carrillo
LA MUERTE DE LOS TARAHUMARAS
La muerte de indígenas tarahumaras de Chihuahua por la falta de agua y alimentos, agravada por las heladas, el aislamiento y por la inseguridad ha hecho que las instituciones gubernamentales inicien campañas de «apoyo» para aminorar los estragos de los fenómenos climatológicos.
Conviene señalar que estos lamentables acontecimientos de la sierra tarahumara han recibido considerable atención mediática que ha exhibido de cuerpo entero las graves condiciones de pobreza y marginación de sus indígenas.
Si bien es cierto que se han enviado ayudas solidarias a los rarámuris en forma de despensas y cobijas, son dignas de agradecer y útiles durante la emergencia, no dejan de ser meros paliativos sin ser una solución a su apremiante situación:, por lo que se re quiere más allá del indigenismo soluciones de fondo.
No cabe duda del evidente fracaso del Gobierno Federal y del Estado de Chihuahua en los programas de desarrollo social y rural en la zona tarahumara, donde se invirtieron $945 millones de pesos, lo cual no ha servido de mucho para cambiarle la realidad estas familias indígenas de pobreza extrema.
De continuar así se tendrá que seguir mandando despensas y cobijas de manera indefinida. De esa manera se pretende calmar el remordimiento social por haberlos abandonado, pero si no hay una política pública, un plan un programa plan de rescate que genere empleos y recursos, los tarahumaras seguirán condenados a muerte.
Sobra decir que apoyar a los indígenas de México en su desarrollo y producción e inserción en la sociedad rural mas allá de los usos y costumbres constituiría una acción de sensibilidad política y compromiso social.
En vista de ello se requiere de una política pública que contemple los instrumentos para el desarrollo de los integrantes de la sociedad indígena; donde destaque la importancia de la infraestructura básica generadora del bienestar; el manejo sustentable de los recursos naturales disponibles y los planes, programas y proyectos para actividades productivas y empresas rurales.
En otras palabras diseñar un modelo de desarrollo que prevea los posibles cambios en las estructuras socio-culturales y promueva cambios positivos a favor de los pueblos indígenas involucrados, dejando atrás el asistencialismo indigenista.
Para que los indígenas puedan demandar reivindicaciones de autonomía y autodeterminación y se les reconozca la diversidad cultural riqueza por los estados y sociedades, de manera que el indigenismo etnocentrista ha cedido campo al pluricentrismo y el reconocimiento de la diversidad.
En este sentido la política social se debe de orientar a garantizar niveles de bienestar a la población indígena de México, en particular debe de considerar esquemas o modelos específicos de producción, distribución y consumo, sin olvidar las soluciones tecnológicas adecuadas.
En definitiva los tarahumaras se están muriendo en todos sentidos, de hambre de de justicia y de explotación. Urge del Gobierno federal y de chihuahua la implementación de una política pública de desarrollo social y económico que revierta la situación sacándolos de la miseria y postración en que se encuentran, prescindiendo de programas asistencialistas etnocidas de caridad pública.
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