Cd. Victoria, Tamaulipas.- Los ricos también lloran a sus muertos.
Pero estos lo hacen en un lugar privilegiado: La catedral del Sagrado Corazón de Jesús, en el primer cuadro de la capital.
Ahí descasan los restos de los hombres y mujeres de más alcurnia de ciudad Victoria, además de algunos sacerdotes.
Todo cuesta; hay que comprar las gavetas en que se depositan las urnas con las cenizas.
Aquí no hay que llevar flores ni lidiar con los vendedores ambulantes de los tradicionales panteones. Para compartir con el ser querido, solo se necesita devoción.
Cientos de gavetas permanecen en los sótanos de la catedral de la iglesia católica, apostólica y romana con los nombres de familias tradicionales.
Así, es común ver los apellidos Campo, Haces, Vite, Higuera, Salman, Zorrilla, Montemayor.
Algunos son de los fundadores de la otrora Villa de Aguayo o de quienes trajeron el henequén, el “oro blanco” al centro de Tamaulipas.
Las operaciones de compra de los espacios se deben hacer a través del grupo de Damas Voluntarias del Sagrado Corazón de Jesús y las Damas Vicentinas.
Los restos más “antiguos” parecen ser los de quien llevó el nombre de Artemio Quintana Madrid, que vivió entre 1870 y 1935, seguido por Doña María Terán de Quintana, quien falleció un año después.
Ahí permanecen los restos de algunos que se desempeñaron en la milicia, como el teniente Vicente Picón Gómez, quien “murió por la Patria”, según dice la inscripción del X-22 1938.
Antes permanecían en un solo espacio las cenizas de los sacerdotes. Ahora, con las remodelaciones, se han movido.
Pero puede distinguirse al sacerdote Alberto Santiago Aguilera, quien habría muerto en 1958, y el padre Isaías García G., fallecido en 1971.
Seguramente la inscripción más reciente corresponde a monseñor Cesáreo Díez de Pinos, mejor conocido como “El Padre Chayo”, muerto en 1997.
También descansan en los sótanos de catedral los restos del médico Raúl Bermúdez Ruiz, victorense muerto en años recientes.
CURAS FALSOS Y BORRACHOS
Pero sin duda el morbo de los visitantes está sobre los restos del controvertido obispo Eduardo Sánchez Camacho, aquel que se pronunció en contra de la jerarquía católica y llamó borrachos y falsos a los sacerdotes.
En su obra “Ecos Desde la Quinta El Olvido”, a la Virgen de Guadalupe la llama simplemente “mona”, o pintura.
Sánchez murió el 14 de diciembre de 1920 en ciudad Victoria.
Sus restos originalmente estaban en el panteón del Cero Morelos, pero fue el Obispo Raymundo López Mateos quien los trasladó a los sótanos de catedral.
Al respecto el padre David Martínez Reyna, quien estuvo por largos años como párroco de la Catedral, manifiesta.
-A mi me consta que los cargó Raymundo López Mateos.
Con menos morbo se ubican las urnas que contienen las cenizas de religiosos como Perfecto Torres Murillo, del primero de mayo de 1969, y otras que no tienen fecha pero se refieren a los presbíteros Francisco Martínez, Guillermo Cummins, Ascencio Saucedo y Genaro Estrada.
Las palabras de Sánchez Camacho, que fueron escritas en 1906 sigue calando duro:
-Jamás apoyé ni protegí a un clérigo indigno y cuando fui Obispo, perseguí a los clérigos hipócritas, a los inmorales e indignos, como el criminal más vulgar, sin creer ni sostener el falso principio de que son los ungidos del señor, y de que, por eso, nadie puede castigarlos ni tocarlos siquiera.
Escribió no un libro sino un folleto de 52 páginas.
El “panteón” de catedral no es nuevo.
La construcción del templo habría comenzado en el año 1930 y en los años 40´s se empezó a dar la venta de los espacios.
En realidad, de la historia de la ahora catedral poco se sabe.
Pero la nueva presentación del gavetero se dio luego de la remodelaciones del templo por el año de 1997, con lo cual adquirió el estilo neoclásico en acabados de maderas de caoba.
El padre Alberto Santiago Aguilera, es un personaje no estudiado en Ciudad Victoria, fué el parroco de la iglesia a finales de los años 40s y principios de los 50s, a su iniciativa y empuje se debe que se haya construido la actual catedral, la anterior sumamente modesta fue derribada para dar paso a una iglesia que si se hubiera respetado el proyecto original del Arquitecto Enrique León de la Barra , sería sin lugar a dudas la más bella de Tamaulipas, superando a la catedral de Tampico. En forma muy sucinta esta es la historia, el padre Santiago, por los apellidos seguramente originario del estado de Oaxaca, llegó a Ciudad Victoria en una época en que empezaba a recuperarse de los estragos de la revemex, había dinero, mucho dinero, la segunda guerra mundial y después el conflicto de Corea hizo que la fibra de henequén alcanzara precios nunca vistos, todos los henequeneros, entre otros los Higuera, los Montemayor, los Zorrilla, los Hinojosa, los Pérez Collado, los Samano y muchos mas se hicieron muy ricos, la riqueza beneficio al comercio, el padre Santiago convenció a los católicos ricos de Ciudad Victoria de la necesidad de tener un inmueble a la par de la prosperidad que se vivía, se encargóel proyecto al arquitecto León de la Barra que estaba transformando la fisonomía de la ciudad, se iniciaron las obras precisamente con el sotano, algo se avanzo en la nave, pero la obra se paro por muchos años, los ricos ya no ayudaro y al padre Santiago le quitaron la iglesia y colgó los habitos o por lo menos dejo de oficiar, desconozco los motivos de su separación. La iglesia se concluyo muchos años después sinn respetar para nada el proyecto original del arquitecto León de la Barra, después, tengo entendido que los hermanos arquitectos Tirado modificaron el proyecto y lo terminaron con algo que decían que era estilo florentino, algo espantoso, un bodrio , después hace unos años ese bodrio se transformó en una iglesia con una fachada como de aldea pauperrima, otro bodrio y verguenza para la arquitectura religiosa de Tamaulipas. Es tan fea que duelen los ojos al mirarla. Concluyo la llamada Catedral del Sagrado Corazón ha sido una comedia de errores. En cuanto al padre Santiago, después de que lo «corrieron» de Ciudad Victoria, se fue a Nuevo Laredo, empezó a trabajar en el periódico El Diario de Nuevo Laredo, entonces el de mayor influencia y circulación, escribia reportajes, pero sobretodo una Columna de crítica general que firmaba con el seudónimo de «Argos», era magnífica, dudo que en toda Tamaulipas alguien haya escrito tan bien, buen manejo del español y una crítica demeoledora. Y digo crítica no ataques ni pedia «chayote» a las autoridades también hizo sus pininos en la radio en teatros radiofónicos. Un personaje totalmente olvidado y desconocido para la mayoria de los victorenses.
«es mas facil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre al reino de los cielos»