Luis Lauro Carrillo.
REFORMA POLITICA MUTILADA.
Un anhelo de la sociedad mexicana es el de mayores espacios democráticos, mismo que no coincide con los objetivos de la clase política, cuyos esfuerzos a lo más que pueden llegar es a las buenas intenciones, por lo que en la busca de acuerdos y consensos, los políticos han resultado incapaces de superar su corto de miras cortas e intereses de facción.
Viene a cuento lo anterior por la Reforma Política aprobada el martes pasado en la Cámara de Diputados en donde quedó de manifiesto que los legisladores no quisieron dar un paso firme en materia de democracia, porque siguen anclados en el pasado, frenando toda posibilidad para México de una reforma de largo alcance.
En los hechos se trata de una reforma mutilada, incompleta, una reformita que se queda muy corta frente a las democracias avanzadas, que no merece el pueblo de México, de tal suerte que resulta demasiado insuficiente, amén de estar truncada por la mediocridad de criterios y la mezquindad política.
En suma es el resultado de la pugna interna que prevalece en el PRI, los diputados federales cercanos a Enrique Peña Nieto que operaron la modificación de la reforma política, aprobada en el mes de abril pasado en el Senado, cuya autoría pertenece a Manlio Fabio Beltrones.
Naturalmente este remedo de reforma es una lástima, porque a los mexicanos, están urgidos de renovar la esperanza de tener las bases constitucionales para contar con un gobierno eficaz, después de los desencuentros y desastrosos resultados de las dos administraciones panistas.
De ahí que la decepción ciudadana es patente. La clase política toda le ha quedado deber a la sociedad que ya no confía en sus políticos, porque ellos no le sirven. No hay que ir tan lejos para ver lo que pasó con la discusión de la reforma política aprobada de una manera en el senado y de otra desmantelada en sus puntos esenciales en la cámara de diputados.
En efecto la reforma política, establece nuevas figuras como la consulta popular, la iniciativa ciudadana y candidaturas independientes, ratificación de comisionados de órganos reguladores del Estado e iniciativa preferente del ejecutivo federal.
También contempla el incremento al porcentaje mínimo de la cláusula de gobernabilidad de la ALDF, la sustitución del presidente en caso de falta absoluta y la toma de protesta del ejecutivo federal ante la Suprema Corte de justicia de la Nación.
Rechazando la reelección de legisladores y alcaldes; reducción de diputados y senadores, revocación del mandato, reconducción presupuestal, así como el veto del ejecutivo al presupuesto de egresos.
Por otro lado lo rescatable de la reforma para la sociedad civil son las candidaturas ciudadanas, que pegaran al sistema de partidos que tienen hasta ahora el monopolio de la acción postulatoria para el acceso al poder. Ampliarán de manera considerable las oportunidades de participación de los ciudadanos que no se sienten identificados con ninguno de los partidos políticos existentes.
Lo que si se considera una aberración es en la forma en quedo establecida la iniciativa ciudadana que en los hechos no se trata de mecanismos de democracia semidirecta sino de una verdadera simulación que será prácticamente irrealizable, veamos porque:
En ese tenor la iniciativa ciudana, para hacerla efectiva un ciudadano tendrá que recabar más de 100 mil firmas lo que de suyo será imposible. Lo más sensato sería que sólo se estableciera como obligación reunir los requisitos establecidos en el reglamento interno del congreso para las iniciativas de ley.
Por otra parte es conveniente observar que entre los priistas se registro un empate técnico político, porque la reforma no se incluyó la cláusula de gobernabilidad de mayoría artificial en el congreso que pretendía Enrique Peña Nieto, pero tampoco el gobierno de coalición, como lo proyectaba Manlio Fabio Beltrones.
En definitiva falta la gran reforma el cambien de régimen político que deje atrás el viejo y obsoleto sistema presidencialista que no es operativo y ya no responde en las actuales condiciones de pluralidad y competencia de la realidad política del país por lo que debiera dase paso al parlamentarismo para dejar de ser presa de los vaivenes coyunturales.
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