(Siempre de izquierda, ha muerto Pablo Balboa ¿quién fue él?)
En aquella manifestación estudiantil que iría del Casco de Santo Tomás al Zócalo (ciudad de México), participaron al menos tres victorenses: Pablo Balboa Revilla, Carlos Flores Rico y Alejandro Rosales Lugo.
El primero fue el que registró mayor participaron, dado que formaba parte del Comité Coordinador (Coco) que convocaba a la manifestación que, al final, fue reprimida a golpes y balazos por el cuerpo paramilitar “Los Halcones”.
Era la tarde del diez de junio de 1971, Jueves de Corpus, que sigue sin olvidarse en la mente de los mexicanos pese a que han transcurrido ya 40 años.
Balboa estudiaba en la escuela “Wilfrido Massiewe”, y recuerda que aquello fue una matazón, cuando los integrantes del grupo paramilitar comenzaron a disparar con ametralladoras y pistolas sobre la multitud.
“Solo se escuchaba el tableteo de las ametralladoras y las ambulancias de la Cruz Roja”, indica, y el resultado fue infinidad de muertos, decenas o tal vez cientos, pues nunca se dieron a conocer cifras.
Inclusive fueron asesinados muchachitos de secundaria de 13 y 14 años que iban saliendo de una escuela anexa a la Nacional de Maestros.
“Yo ayudé con un compañero al que le dieron un balazo que le entró por el cuello y le salió en la frente”, dice Balboa.
Agrega que, en el escaso tramo en que él caminó, pudo observar al menos 30 muertos, más los que había en el interior de la secundaria, pues varias ametralladoras fueron instaladas en las puertas y los paramilitares disparaban hacia el interior si misericordia, “agarrando parejo”.
“Un cuate, al que yo había invitado, le dieron un balazo en una pierna y todavía se reía y me decía: Mira Balboa, me dieron”.
Al tiempo que disparaban las ametralladoras y pistolas, las tanquetas de granaderos lanzaban chorros de gas lacrimógeno a presión sobre la multitud.
“Fue una vil matanza que por poco y se compara con la del 68”, resume Pablo Balboa.
El victorense pudo salvarse, comenta, porque brincó precisamente la barda hacia el interior de la ENM para protegerse de las balas.
-No me quise quedar ahí. Te da miedo, miedo de que te vayan a matar.
La balacera fácilmente habría durado 30 minutos, y fue cuando los líderes pensaron que los iban a detener a todos, así como el dos de octubre de 1968. Por eso huyeron.
LES ADVIRTIERON; NO LO CREYERON
De que habría represión, se los advirtió el jefe policíaco Renato Vega a los coordinadores del movimiento.
Poco antes de las cinco de la tarde se presentó ante los representantes del COCO Poli-Unam, que estaban reunidos en la Nacional de Ciencias Biológicas.
Y es que los líderes habían pedido un permiso al DDF para realizar su manifestación de más de diez mil estudiantes, pero las autoridades lo habían negado.
El objetivo de la marcha era apoyar a los estudiantes de la Universidad de Nuevo León que mantenían una huelga y luchaban por la democratización en los proceso para designar rector.
-El jefe policíaco nos dijo: No salgan, hagan un mitin aquí.
Recuerda Balboa que también les especificó: “Les vengo a pedir que no salgan porque va a haber madrazos…Ahí están los Halcones y va a haber golpes.
De igual forma les recalcó que la marcha estaba prohibida, que no habría permiso.
Cuando se fue el policía, los dirigentes consultaron con parte de las bases sobre que era lo que iban a hacer, si ya estaban las amenazas de que se daría la represión.
-La respuesta general fue: Salimos, nosotros también nos vamos a defender.
Y sí, sí salieron, pensaban que sería una represión como tantas, solo a golpes, sin el uso de armas de fuego y menos ametralladoras, esas que se utilizan para la guerra.
-Pensábamos que iba a ser así, puros golpes, y nosotros nos íbamos a defender, para eso traíamos ya varillas y tubos…Creímos que sería cuerpo a cuerpo.
No era la primera vez que los estudiantes que simpatizaban con el movimiento, siempre eran reprimidos por el grupo de Halcones, que era expertos en disolver manifestaciones.
Y EMPEZO LA BALACERA
Alejandro Rosales Lugo también se encontraba en el lugar y recuerda el comienzo de la agresión, primero con chacos y varas de bambú y luego a balazos.
-Aunque no estaba en la universidad, yo fui de mirón porque me lo pidió un amigo, dice, y vio cuando los paramilitares bajaban de los camiones de redilas en que fueron transportados.
No le tocó ningún golpe, pero sí vio cuando los halcones agredían a los estudiantes que se dirigían al Zócalo.
-Después, Pablo se fue a refugiar a la casa de nosotros (donde también vivía Carlos Flores Rico).
Rosales había participado más directamente en el movimiento de 1968, y le tocó estar en un evento en que el Presidente Echeverría fue a poner en marcha los cursos de la UNAM, en ceremonia que se realizó en la facultad de Medicina.
Ahí, alguien le arrojó una pedrada a Echeverría, que le dio en la cabeza.
-Pensamos que se desataría la represión, que los soldados empezarían a disparar, dice Rosales.
Más directamente involucrado, Pablo Balboa señala que la marcha había avanzado al menos un kilómetro, frente a la Normal Superior, cuando comenzaron los golpes con varas de bambú y chacos.
De acuerdo con la versión, cuando los paramilitares se dieron cuenta que no podrían disuadir a los diez mil estudiantes, pese a que eran expertos, fue cuando les dieron la orden de disparar a matar.
Ya tenían listas las ametralladoras en los camiones de granaderos en que habían llegado, así como las pistolas.
Los Halcones iban vestidos con playera blanca y pantalón de mezclilla.
La lucha fue bastante desigual: Armas de grueso calibre contra tubos y varillas que llevaban los jóvenes de diversas escuelas de educación media y superior del Distrito Federal.
-Fue un ataque brutal de Halcones y granaderos en contra de pueblo indefenso -manifiesta Balboa Revilla-, disparando desde las azoteas de los edificios o protegidos por los camiones de granaderos.
Agrega:
-Era como una película de guerra. A las primeras ráfagas la mayoría se dejó caer al suelo, pero al ver que las balas no cesaban, se levantaron y corrieron a buscar refugio. Otros tiraron piedras contra los asesinos, pero muchos de ellos ya no se volvieron a levantar…Habían muerto.
Y allá en la Nacional de Maestros, donde más tarde se refugiaría Pablo Balboa.
-Los halcones llegaron hasta la escuela y dispararon sus ametralladoras hacia el interior del recinto, asesinando docenas de niños de la secundaria y estudiantes normalistas, en un acto de barbarie.
Otro hecho grave, es que, al día siguiente, la prensa nacional publicó que había sido un enfrentamiento entre estudiantes de diferentes tendencias, o sea de derecha e izquierda, que había dejado como saldo once muertos.
Pero el mismo día, las revistas Por qué! Y Oposición (del PCM), mostraron al mundo la terrible escena presentando imágenes de decenas de cadáveres, algunos frente a los carros antimotines del cuerpo de granaderos.
Es por eso es que, el diez de junio, como el dos de octubre, no pueden ser olvidados por los mexicanos, y menos por la generación de estudiantes de esa época, que siguen esperando que se haga justicia.