Tula.- Gustavo Villarreal se dedica a la mecánica ahí en el ejido, pero ahora es nuestro guía y, como tal, va por delante para enfrentar a las víboras.
Nos llevará hasta el Arroyo de los Mamuts, descubierto en fecha reciente.
-Lo hallaron unos muchachos que son de aquí pero viven en el otro lado. Se meten y recorren todo esto, indica.
Estamos en el ejido Ruiz Molina, a cuyas tierras corresponde el arroyo.
Pero Gustavo nos conduce por el camino que va para Mamaleón, por el cual avanzamos algunos kilómetros, tal vez tres.
Ahí dejamos la camioneta y comienza la caminata entre los espinos, terreno árido y un sol que cala en la piel.
En los primeros pasos muestro guía se detiene, observa y dice.
-Es el rastro de una víbora -al tiempo que señala con su mano y su vista.
Y en efecto ahí está la huella, bien clara en esa tierra blanca y estéril.
Cruzamos varias alambradas hasta legar al arroyo donde los habitantes del ejido construyeron dos pozos para el abasto de agua. Pero se secaron de la noche a la mañana.
Ese arroyo tiene un cauce de al menos 20 metros de profundidad y 40 de ancho. Es un cajón pero seco.
Dicen que hace algunos diez años vino una trompa que azotó la región; las aguas crecieron y ensancharon el cauce y lo hicieron más profundo. Nadie explica de dónde salió tanta agua.
Por los mismos escurrimientos hacia el arroyo, se abrieron ”canales” por todas partes, arrasando arbustos. Fue entonces que quedaron al descubierto los huesos de mamut, grandes y pequeños.
UN CRANEO BIEN CONSERVADO
Va con nosotros el profesor Alfonso Treviño Villasana, Cronista de Tula y bastante aficionado a estos menesteres.
Caminamos un tramo por el arroyo seco, hacia el poniente, y es cuando Gustavo señala el lugar exacto de los huesos en la pared del cauce.
-Ese este un cráneo con sus molares. Está volteado hacia arriba, comenta de inmediato el Cronista mientras señala y sus manos tocan la osamenta.
En efecto ahí están los molares y las partes completas de un cráneo.
-Aquí, si escarbamos, deben estar los colmillos, tal vez completos, agrega.
Hace alrededor de 25 años, en lo tiempos del alcalde Armando Leos, el profesor Treviño Villasana participó en el rescate de un cráneo similar que estaba en la misma posición. Lo obtuvieron pero no hay quien se interese por construir un museo en Tula.
Para rescatar este nuevo cráneo se necesita inversión, gasto para hacer los trabajos, remover la tierra. Los huesos deben haber quedado sepultados a cuando menos cinco metros de profundidad.
De acuerdo con los investigadores, se trata del llamado Valle de las Lágrimas. En sus tiempos debió haber sido un río pues el cráneo del mamut está sepultado entre grava de piedras redondas y arena.
La versión indica que los animales fueron conducidos ahí por los aborígenes para atraparlos y alimentarse de ellos, pero no se podían comer todo.
El lugar está abandonado, solo parcelas y ninguna casa cercana. Los visitantes son escasos y por lo general son habitantes de Ruiz Molina que vienen a “vacacionar” y ver que encuentran.
Ninguna autoridad de cultura ha venido ha venido a conocer el sitio y menos a realizar trabajos de rescate.
El profesor Treviño cumplió con dar aviso pero no cuenta con recursos para efectuar la recuperación.
Y así dejamos este bello lugar del desierto. Está ubicado por la carretera a Camaleón pero en Ruiz Molina.
El regreso siegue siendo difícil y entonces surgen los comentarios de la necesidad de proteger el lugar pues se sabe que ya han ido varias personas. Alguien se trajo una muela del mamut.
Pero en Tula nadie se preocupa por la historia y la antropología. No existe un museo ni casas de cultura.
Las autoridades locales no perciben que son pocos los lugares en que se encuentran estos huesos prehistóricos, y eso es interesante para la región.
De acuerdo con la información, se han encontrado cementerios de mastodontes o mamut americano en las regiones de Zocoalco-Chapala, el Ojo de Agua, Cedral, S. L. P., Talismán, en el DF; Valsequillo, Pue., Xicoténcatl y Villagrán, Tam.
Los mamuts se habrían extinguido de la faz de la tierra hace alrededor de once mil años, es decir, se “fueron” con la era del último glaciar que comenzó hace cien mil años, en que las temperaturas de la tierra bajaron a 12 grados y el nivel del mar descendió casi 20 metros.
Los mamuts persistieron alrededor de tres mil años después en forma muy aislada. Siempre estuvieron sujetos a la cacería de los aborígenes en las cuencas de Puebla, México y otras partes del norte del país, como Tamaulipas y en especial Tula.
El estudio de los mastodontes no es nuevo. El cráneo más antiguo fue descubierto en la Siberia rusa en el año de 1737.
La revista “Sintaxis”, dirigida por Ernesto Ramírez Hernández, de fecha mayo de 1994, difunde algunos informes sobre los descubrimientos de mamuts o antiguos elefantes.
¿Qué lo diferencia con un elefante?
Se menciona por ejemplo que el mamut se caracteriza “por tener molares con numerosas láminas de esmalte juntas y poco plegadas”.
La trompa del mamut presenta en su extremo dos labios hinchados, uno inferior y uno superior, mientras que los elefantes actuales tienen una trompa con un solo labio, ya sea inferior o superior.
Otra diferencia es la lana de su piel de entre los 20 y 30 centímetros y cerdas más largas y tiesas, de 50 centímetros.
Pero en Tamaulipas nadie le pone atención a las investigaciones, al rescate de los huesos. No interviene ni el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes y menos la presidencia municipal.
Seguramente dentro de pocos años, todos los huesos habrán sido robados por coleccionistas privados, o destruidos por los visitantes.