Padilla.- Se atropella en sus palabras. Es un hombrón de cuando menos un centenar de kilogramos.
Se manifiesta cual infante incomprendido. Quiere ser escuchado, justificado en sus afirmaciones.
-Me juzgan loco pero no es cierto, manifiesta Enrique Saavedra Rodríguez con algo de tristeza.
Y trata de lograr la credibilidad del reportero.
-Dicen que andaba drogado, pero yo no tomo ni fumo, nunca lo he acostumbrado. Nada de eso.
Quiere ir más allá con tal de que se le crean sus versiones.
-Estoy dispuesto a que me pongan el suero de la verdad, de donde sea, de donde vengan.
¿Qué es lo que le pasa? Nadie cree que se le aparecieron seres de otro planeta, presuntamente marcianos, que lo siguen acosando, a él y su familia.
Su situación es desesperante, interna, espiritual.
Es originario de Villagrán.
Siempre está pendiente de su esposa María de la Luz Saldívar y sus cuatro hijos. Siente que los marcianos se los pueden quitar.
-En las noches no duermo pensando en mi familia, que le vaya a pasar algo.
LAS PRIMERAS APARICIONES
Todo comenzó aquel seis de julio (antes de elecciones federales) cuando Enrique recibió la orden de llevar a varias personas a estación Garza Valdez, distante como a 14 kilómetros de Villagrán, donde permanecía como agente vial.
Traía una patrulla camioneta de cabina y media.
Pasaban las doce de la noche.
Al pasar por un puente, vio una luz blanca, grande, de bastante intensidad, que venía atrás sobre la carretera.
-Venía desarmado, indica.
Cuando se acercó más esa luz, «me deslumbró, haz de cuenta que es de día; me quedé sentado en el volante como aturdido».
Y continúa.
-Seguí manejando hasta donde está la entrada de Rancherías; “espejié” por el lateral, y luego ví por el retrovisor. En los medios asientos de la camioneta ví una persona muy grande como humanóide y con los ojos rojos.
Llegó a la Comandancia y de miedo no se podía bajar, hasta que su jefe le preguntó qué tenía y lo bajó y le dio atenciones.
Allí comenzó todo.
Preguntó y le dijeron que se trataba de una llamada «Luz Errante», misma que sale en Villagrán desde antes de que pavimentaran el camino a Garza Valdez.
Esa misma luz, comenta Saavedra, la acaban de ver varios lugareños, entre ellos Domingo Hernández (músico), quienes se hallaban pescando a orillas de la presa Real de Borbón. Hacían una lumbre en la noche cuando ocurrió el avistamiento.
Percibieron esto desde cien metros arriba, sobre la cortina. Permanecía en la caja de su camioneta.
SIGUE CON MANCHAS DE LOS MARCIANOS
Enrique se levanta la camisa y la playera para mostrar las manchas en la piel que no se le han quitado. Le aparecieron desde aquel seis de julio.
Pasado el primer encuentro tuvo problemas de salud: Le dio fiebre y una intensa comezón que lo mantuvo al borde de la locura. Recibió tratamiento médico en Monterrey, en un centro naturista.
La situación continúa.
-En las noches a mi esposa le tocan la puerta para que abra. Va ella y encuentra luces. Ya le quebraron un vidrio en la casa que rentamos. Hay gente que sabe que desde entonces se dan ahí las apariciones.
El reportero aprecia que efectivamente Saavedra tiene manchas en su cuerpo. Le vienen desde entonces.
Agrega:
-En la casa que rento hay gente que viene, que me hablan, quieren meterse. Son gente vestida de negro que quiere entrar a la casa. Empujan la puerta.
Considera que se trata de extraterrestres que lo quieren perjudicar.
-Lo que tengo temor es que le hagan algo a mis hijos, a mi esposa.
Mientras tanto los habitantes del poblado, ven aparecer luces brillantes sobre el cerro de enfrente, donde están colocadas las antenas de microondas.
LA ESFERA DE VIDRIO QUE CAYO EN PADILLA
Francisco Jiménez tiene un negocio allí frente a la plaza de Padilla.
Nos menciona las experiencias que tuvo un vecino llamado Brígido, trabajador de un rancho por la zona de la presa Guerrero.
Brígido vive en la colonia Emiliano Zapata.
«Una noche oyó un ruido, un zumbido como de avión a propulsión a chorro. «Entonces sintió que algo rebotó en su camioneta, algo brillante, y era una esfera que trajo hasta el pueblo.
«Me dijo y le comenté que la trajera, y la puso aquí, una esfera como tipo calabaza, y hasta le hicieron un agujero».
No recuerda el nombre del patrón de Brígido, pero se dice que lo despidió después, y le quitó la camioneta, «una azulita».
La noticia del avistamiento corrió como reguero de pólvora, que gente de Padilla le tomó fotografías que conserva el vaquero.
Fuimos a buscarlo a la colonia, para que nos proporcionara más información, pero no logramos ubicarlo.
En el negocio de Jiménez comienzan a arremolinarse jóvenes padillenses que atestiguan sobre la aparición de la esfera que cayó sobre la camioneta de Brígido.
Y dicen que tenía letras, pero las mismas no se veían en el día, solo brillaban en la noche.
Dice Paco que él estaba en Monterrey cuando vio la noticia en los periódicos. Se trajo uno, y fue y lo enseñó a los vecinos.
Sigue diciendo que mucha gente vio la esfera «como de cristal», la cual se extravió, que se la llevó el dueño del predio.
Menciona que él no creía hasta que la llevaron allí a su comercio frente a la presidencia municipal.
Los demás asientan y manifiestan que por el rumbo de la presa Vicente Guerrero, seguido, casi todos los días, se dan avistamientos de objetos voladores no identificados.
Uno y otro entrevistados insisten en poder confirmar las dos versiones, una en Villagrán y la otra aquí.
Quieren que vengan científicos a investigar, no solo que se difunda por la prensa local. Buscan a personas conocedoras del medio, y refieren por ejemplo a la cadena Telemundo de los Estados Unidos.
Para ellos es su verdad, aunque, como menciona Saavedra:
-Dicen que estoy loco y que andaba marigúano.
Considera que ni lo uno ni lo otro es cierto.
Respecto a la “bola” de Padilla, se sabe que el propietario del rancho entregó el objeto al investigador Jaime Maussán y resultó ser parte de un satélite, o chatarra de un satélite.