(Segunda parte)
La Sarita, Texas- No llegan a los 20 años. Es más, uno apenas tiene los 17 y en su caso tendrá que ver Relaciones Exteriores de México por su minoría de edad
Fueron detenidos por nuestra culpa. No hay duda.
Y es que los guardias de La Migra querían hacernos caminar siete millas entre el monte y algunos compañeros se arrepintieron a mitad del camino.
-Los estuvimos viendo, creímos que ya se habían ido -dijo uno de los migrantes, el más joven.
Cuando vieron las camionetas se echaron al piso.
Habían estado en un pozo de viento –papalote- para recargar agua en un bote de a galón.
Están bien de salud pero el caso conmueve. Tenían ya dos días sin comer, entre el monte.
-¿Que comieron ayer?, preguntan los reporteros
-Cinco tunas (de nopal) que hallamos en el camino
-¿Y hoy?
-Un trailero nos dio naranjas
Son de Reynosa y cruzaron la frontera hace tres días, por Harlingen.
Dicen que querían llegar a Houston. La carretera 77, por la que andamos, conduce hacia allá.
Dentro de los males buena también para ellos. Esta noche dormirán tranquilos en sus hogares.
LO DIFICIL ES BRINCAR LA GARITA
La garita de La Sarita, Texas, se halla como a 170 kilómetros al norte de Mc Allen.
Aquel indocumentado que logra cruzar Sarita, puede decirse que ya «la libró» y se encuentra de ilegal en los Estados Unidos.
Sin embargo para lograr, es una hazaña.
Estos tres muchachos cruzaron la barrera porque los funcionarios de la Border Patrol desconectaron los sensores, sabiendo que el grupo nuestro andaría por ahí.
Los de la Patrulla saben exactamente cuantas personas van y hacia qué dirección.
Seguramente a muchos no los detienen porque se trata de uno o dos…. Flojera por otro lado.
Además de conocedores, los de la garita tienen cámaras de televisión, espejos en el techo y perros amaestrados. Nadie escapa a los patrulleros.
Los «coyotes» (así les dicen aquí a los enganchadores) obligan a los indocumentados a que crucen a pié, entre el monte, y los recogen kilómetros adelante.
Por eso entre las cinco y diez millas, a cada lado de la carretera, entre los potreros de ganado, está el camino de indocumentados.
Algunos llevan pinzas para romper los alambrados.
La tierra es arenosa. En verano se vuelve de un calor intenso y en invierno el frío baja más de lo normal.
Los polleros recogen su «mercancía» después de la garita… Muchas veces aquí los abandonan y se embolsan los cuatro mil dólares y hasta más que les cobran.
Se ha dado el caso que vienen centroamericanos que pagan cinco y diez mil dólares. Los chinos pagan hasta 25 mil, domo dicen los de la Patrulla.
El supervisor Quevedo no cree a los detenidos que sean mexicanos. Su colmillo se lo dice.
Como sus Leyes no se lo permiten, antes de que hablen con los periodistas les pide su autorización. Están de acuerdo.
Julio César Santiago comenta que trabajó en una maquiladora en Reynosa. Apenas tiene los 20.
Jesús Rodríguez tiene los 17 y vive en la colonia El Anhelo, en la misma ciudad.
Salieron desde el martes como a las nueve de la noche.
Pero sus captores no le creen.
-¿En dónde queda esa colonia?, pregunta el patrullero.
El muchacho contesta con otra pregunta:
-¿Conoce usted Reynosa?
-Por supuesto – responde el guardia
-Del «Puente de la Muerte» al sur -dice el indocumentado
-Correcto !eres de Reynosa!
Los de la Patrulla sospechaban se trataba de centroamericanos por el acento, lo cansado y desnutrido de estos tres.
En el caso del menor de 18 se tratará como un caso especial, en el que tiene qué ver Relaciones Exteriores y Migración Mexicanas.
-Aquí se les invita a regresar -manifiesta Quevedo.
Si hay alguna inconformidad, tienen que ir a los tribunales donde la pena puede ser hasta de dos años de cárcel y una fianza de 250 mil dólares.
COMO SI FUERA UN MERCADO
Héctor Ríos es el encargado de Sarita. Tiene 20 años de experiencia.
Habla con los reporteros.
-¿Los principales problemas?
-Hay gente que se viene por el río, pasa muchos peligros, hay migrantes y tráfico de drogas, gente que trae documentos falsificados, otros sin papeles o que no son suyos.
Para aquellos que dicen se les olvidaron en casa, «en cinco minutos sabemos quienes son». Están conectados vía computadora con un centro de datos en Washington, la capital.
Aquí saben si una persona es detenida por primera vez o si es reincidente, y de qué país proviene.
-¿Su trabajo es peligroso?
-Cuando andamos en el monte y nos encontramos con un grupo de 20 o 30, nos pueden «brincar» o atracar.
El jefe de la garita sabe de los problemas de los indocumentados. Por ejemplo que hay gente que dura de dos a tres días entre el monte, perdidos, antes que los encuentren. Algunos mueren.
EL TREN Y TANQUE DE LA «PONZOÑA»
Entre los casos más patéticos que le ha tocado tratar a Héctor Ríos se encuentra uno en los carros de ferrocarril.
Aquí en Sarita también pasa el tren que va rumbo a Houston y deben revisarlo auxiliados de perros.
En una ocasión encontraron un carro donde se venían muriendo varias personas. El tanque era utilizado para cargar «ponzoña» (químicos) y los polleros metieron ahí a la gente. Cuando los hallaron venían ya en estado crítico, descarnándose.
La Patrulla Fronteriza cuenta en este lugar con una unidad de auxilio médico. Allí tienen oxigeno y camillas.
También una unidad especial para «cargar» a un accidentado en forma que vaya sentado, o en camilla para helicóptero. Cuando hay accidentados o deshidratados ellos brindan primeros auxilios.
Antes de salir a la ruta de los indocumentados, los oficiales se percatan que los visitantes cuenten con suficiente agua. Cada uno debe cargar con la propia y sus alimentos (fruta generalmente).
En el desierto los líquidos son más esenciales que el comer.
Entre cada tres periodistas (también hay de Brownsville y Harlingen) irá un oficial de la Border Patrol.
-No sabemos si vamos a encontrar personas cargando bultos… O traficando humanos, advierte el jefe.
Nos avientan una especie de «flit» en los zapatos, que para repeler a las víboras. Las de cascabel son las más socorridas.
Estamos como a cinco kilómetros de la carretera. Son los caminos de los mojados. Los han formado con el paso de los años. Campean manadas de venados cola blanca.
Ahora nuestro guía es Villarreal, un oficial de la Patrula disfrazado.
-Yo conozco muy bien esto, afirma, mientras se acomoda la pistola nueve milímetros en su cintura.
Todos los oficiales cargan una mochila en la espalda donde, además de elementos de primeros auxilios y suplementos alimenticios, llevan agua que succionan por un pequeño tubo que conecta a la “vejiga”.
En el desierto no tienes que beber a grandes sorbos, reiteran, porque la persona se muere. Han recogido cadáveres a orilla de los pozos.
La gente llega sedienta, abusa del agua y el calor «se les va a la cabeza» y mueren. Por eso los oficiales, en esta travesía, toman a pequeños sorbos pero cada rato.
MIRE, AQUI ES UN MERCADO
-«Aquí es un mercado, -había comentado uno de los compañeros cuando nos encontramos en un cruce del río, a la altura de Reynosa Díaz, Tamaulipas.
Así parece.
Hay regadas miles de bolsas negras (de basura) que utilizan los indocumentados para guardar seca su ropa al cruce del Bravo.
Pero también cientos, miles de cámaras de llanta en que los polleros trasladan a la gente.
Los gringos le llaman el “punto 306”, aunque también se le denomina Peñitas. Ellos saben que es el lugar más concurrido del cruce de migrantes.
Da la impresión que ahí permanecen hasta varios días en espera de… ¿De qué?.
Está lleno de ropa de desecho. Muchos tiran las garras mojadas para seguir camino. La hay de niños y adultos.
Pero también abundan aqí los sensores de tierra y telescopios infrarrojos instalados por La Migra. Si los guardias quisieran ningún indocumentado se internaría en los Estados Unidos.