Ahí se fabricó la tubería de los viejos drenajes de ciudad Victoria.
Y también los ladrillos que tiene el octagenario ingenio Mante.
Es de suponer que, con sus materiales, se construyeron miles de casas del país y el extranjero, de lo que hoy solo quedan ruinas y recuerdos.
Fue la primera y seguramente la más grande industria, propia de la región, que ha tenido ciudad Victoria.
Nos referimos a la empresa Cerámica, cuyo nombre heredó a una estación del ferrocarril en el tramo Victoria-Monterrey.
En las instalaciones llegaron a fabricarse hasta 125 mil ladrillos por día que se «quemaban» con pura leña.
De los vecinos, nadie sabe a ciencia cierta cuándo dejó de funcionar, pero se dice que para 1960 ya no estaba.
Su propietario: Alberto Rodríguez.
Según las versiones, cuando él falleció, la empresa comenzó a venirse abajo, hasta que se vendió la maquinaria.
Vita Flores, la esposa de Rodríguez, siguió trabajando por algún tiempo, pero no pudo sostener el mismo ritmo.
Allí se fabricaba tubería para drenaje, teja y pisos, entre otras cosas.
Según esto, es el mejor material del noreste del país.
La fábrica habría sido instalada allá por 1920, si se considera que los primeros drenajes de Victoria se instalaron por 1923, cuando llegó el sistema de agua potable de La Peñita.
Asimismo, el ingenio Mante fue construido por 1928.
Los vecinos indican que, en la franja que va de Cerámica a Rancho Nuevo y Miguel Hidalgo, es la mejor tierra (roja) del noreste del país para la fabricación de ladrillos, adobe y pisos.
Los productos finales son resistentes y del mejor color, se comenta.
Hoy se fabrican tabiques, pero se hacen a mano, no están compactados.
LLEGARON LAS MAQUINAS DE VAPOR
José Alvarez Iracheta nació en 1920 por el rumbo de Cerámica.
Pero dice que, cuando niño, de cuatro o cinco años, su padre lo llevaba en un caballo hacia la región de la ladrillera.
-Para esas fechas ya estaba trabajando.
Años más tarde pudo darse cuenta que la empresa, para mover sus equipos, utilizaba vapor. Se quemaba leña.
Y, cuando años después escasearon los troncos, los propietarios tomaron la decisión de usar combustóleo, o diesel.
Sin embargo los ladrillos perdieron su calidad y vino el descenso en el mercado. Salían manchados y no limpios.
La producción se mandaba para el norte del país en ferrocarril.
Había dos «espuelas» que llegaban hasta las bodegas de la empresa.
En la zona donde se ubicaba no hay ejidos, son puras propiedades.
ESTAS RUINAS QUE VEZ
En la época de mejor auge, los hacendados y ricos traían «carritos» tirados por una mula. Era lo máximo a lo que podían aspirar los jefes.
Las ruinas están ahí como testigos mudos de un auge económico.
Trabajaban cientos de personas en las diferentes áreas, Unos en el corte de la leña, en conseguir la tierra y en la fábrica.
Y los negreaban, los explotaban: Fabricaban los diferentes productos de siete de la mañana a cinco de la tarde.
Los habitantes de toda la región sabían la hora por un silbato que anunciaba la salida y entrada de turno.
Por las noches se hacía el cocido del ladrillo.
En total cinco hornos gigantescos con capacidad para 25 mil ladrillos cada uno.
Y todo a base de leña.
De los trabajadores, ya todos fallecieron. Solo queda uno: Cecilio de la Rosa, quien vive en el ejido Mariposas y Magúiras.
Como mudos testigos de las «bondades» del patrón, ahí están algunas de las casas que fueron de los trabajadores.
Los que contaban con una planta, tenían derecho a habitación junto con su familia.
Solo quedan algunas viviendas que, como es de suponerse, fueron elaboradas en base a ladrillo rojo.
Y también está la que fue la escuela, llamada “José María Morelos”.
De la planta, pues apenas el chachoaco, o sea el tubo para lanzar los humos a la atmósfera.
El dueño de la empresa ahí mismo vivía. Por eso siempre estaba al tanto de su negocio.
Ahora la propiedad sigue habitada, pero por otros dueños.
La cerámica fue seguramente, la primera gran empresa victorense, y la única con capital regional.
Y surge una pregunta ¿No podrá instalarse otra empresa de ese tipo?.