Gúemes.- La sonrisa de este hombre irradia vitalidad que contagia, ve las cosas por el lado positivo y, como él dice, «la vamos llevando».
Pareciera que jamás se ha enojado con alguien. Lleva una vida prácticamente normal salvo una cosa: Está tullido de sus piernas desde hace 46 años; su problema empezó cuando apenas llegaba a la tierna edad de los 17.
Desde entonces solo camina en cuclillas (se apoya en la parte posterior de la planta del pié), lo que no le impide que cumpla con las funciones ordinarias de cualquier persona en el hogar e incluso trabajar, ganarse la vida: Repara bicicletas todos los días.
Y, como cualquier varón en estado físico normal, se da tiempo los sábados para echarse sus caguamas.
No hay duda que Genaro Silva Eguía es un ejemplo de admiración de la lucha por la vida. Su problema ya lo superó, y menciona que cuando menos él tiene la vista, pues hay tras personas a las que se les negó ese sentido, o se quedaron ciegas a edad adulta.
Visitamos a Silva en su domicilio-taller, su hogar, su cocina, pues él mismo se prepara los alimentos, dado que no tiene mujer y, su madre, radica en ciudad Victoria.
Es el reparador de las bicicletas de Gúemes y así lo hace, en cuclillas, aunque también se desplaza para realizar labores de limpieza en el solar.
A la calle sale poco, dice, y, cuando lo hace, no falta alguien que pase en un vehículo y lo lleve a dar una vuelta.
Aunque tiene silla de ruedas poco la utiliza, porque dice que es incómoda en cuanto a los espacios.
Los médicos nunca le han dicho a que se debió su mal, qué lo originó.
Nació allá por el rancho Santa Rosalía cuando no estaba la carretera Las Comas-Soto la Marina, y donde, cuando llovía, «no entraba ni el Diablo».
Sus hermanas fueron ocho, «porque entonces no había televisión», dice en broma.
Y es que este hombre es todo vitalidad, aunque ya le detectaron alta presión y en las mañanas se toma «su pastillita».
COMENZO CON CUATRO FIEBRES
Después de los datos elementales surge la principal pregunta ¿cómo sucedió esto?.
-A los 17 años me pegó la enfermedad y valió ¡pura fregada!, dice con entereza.
-¿Qué le pasó?
-Según los doctores fueron cuatro fiebres, se acumuló una y otra…Ya me moría, estuve en la orillita, pero como estaba nuevo (joven) aguanté.
-¿Qué sentía?
-Dolores de rabadilla, dolor de cabeza y fiebre, mucha fiebre. Se me aflojó un pié y luego el otro.
Ya tiene mucho tiempo que no ve a médicos, pues lo desengañaron que no tiene remedio.
-Me fui a Montemorelos y me desengañaron, me dijeron que no se podía, que buscara trabajar de algún modo, que no se podía. Lugo me fui a Monterrey también, y ahí le paramos.
Las esperanzas de volver a caminar se perdieron para siempre y, más tarde, se dedicó a reparar las bicicletas de los muchachos del pueblo.
Y es que apenas cursó «medio año de primer año», allá en El Ojo de Agua, porque los maestros que llegaban, ya no regresaban. Tenían que llevarlos a la civilización en caballo, y se rajaban para siempre.
Fue allá donde le vinO el problema, aunque no le impedía subirse a los caballos, dar una vuelta y cumplir con algunas labores el campo.
Después, en 1970 sus padres se vinieron a Gúemes por cuestión del estudio de sus hermanos, pero «ellos crecieron, se casaron, se fueron…Aunque sí me dan vueltas».
-¿Casado?
-No. Ya ve que las mujeres está duro que a uno lo quieran. Sería muy duro hacer a otra persona sufrir. Preferirnos quedarnos así.
Además de sus hermanos, su madre lo visita de vez en cuando, sobre todo los domingos. Su padre ya murió.
Y los temas se van extendiendo.
-¿Conoce a otra persona que tenga igual enfermedad?
-Sí. Aquí está una muchacha, María Vázquez y otra mujer, jovencita, que está tirada.
De ellas, María sí está en condiciones similares a las de él, aunque ella se desplaza por el pueblo en la sillas de ruedas.
NO VA MORIR DE ESO
Silva Eguía nació el 19 de septiembre de 1947 y sus males comenzaron cuando tenía 17.
-¿Acostumbrado ya a esta vida?
-Fíjese que sí.
-¿Solo se hace de comer?
-Sí, ahí tenemos una estufita y le echamos ganas.
De una cosa sí está seguro Genaro: Que no se va a morir de lo tullido.
Así se lo dijeron todos los médicos, desde el primero que fue a ver, a Victoria, el legendario Dámaso Anaya.
-Creo que le atinaron. Me dijeron que no me iba a morir de eso ni a sufrir…Te vas a morir de otra cosa.
-¿No le duele nada?
-A veces algún tobillo, o rodilla, pero no es de eso, es la edad.
Los médicos de los programas del DIF le detectaron un día la alta presión y lo pusieron a dieta: Le quitaron la sal, las grasas, los chicharrones.
Pero eso no impide que se aviente alguna carne de puerco de vez en cuando.
Sus amigos pasan por él, para tomarse también algunas «cheves». La mayor parte son sus clientes, los que lo visitan y le llevan las refacciones.
-Aquí la gente todavía es tranquila, es buena.
Y el retorno una y otra vez sobre los orígenes del problema.
-¿Algún golpe?
-Nada. Era lo que peleaban los doctores.
-¿Radiografías?
-Cantidades!. Iba a ver un doctor y no creía en lo del otro, y más radiografías.
En sus tiempos libres, a Genaro le gusta escuchar música y ver la televisión, «las mentiras que echan ahí».
-¿Se apasiona por los candidatos a la Presidencia?
– No. Ya no les cree uno nada, están bárbaros!.
–Lecturas?
-Ya me está fallando la vista. De tres años para acá casi no, solo veo manchas.
Se levanta a las cinco de la mañana, pero no a tomarse un café, porque se lo prohibieron los médicos, sino para ver qué hace. También duerme temprano.
Y este hombre, todo sonriente, que con energía hace frente a la vida, allí se queda en su taller esperando a los clientes, que no son muchos, que le dejan para irla pasando y «para no tener malos pensamientos».