Hidalgo.- El máximo héroe tamaulipeco es Don Pedro J. Méndez, declarado Benemérito de Tamaulipas y laureado por casi todas las administraciones estatales y municipales.
Pero da la casualidad de que, el rancho donde nació, que también es un monumento estatal, luce abandonado y enmontado por falta de atención del ayuntamiento de Hidalgo.
Claro que no es el primer agravio que recibe Méndez, pero a las instalaciones no puede entrar nadie y menos los grupos de estudiantes que en otros tiempos iban a visitar el lugar en que se crió el héroe de la batalla de Tantoyuquita.
Antes de llegar la administración de Javier Ibarra Echartea, al rancho se podía entrar en vehículo, dado que se construyó un acceso hasta el casco, donde permanecían algunas paredes de lo que fueron las viviendas.
Más tarde, el mismo ex presidente municipal se apropió en lo personal de las instalaciones, hasta que intervinieron las autoridades estatales para declarar el lugar como patrimonio público e histórico.
Entre los agravios que ha recibido el general se encuentran los entierros y desentierros.
Inicialmente fue sepultado en la iglesia de esta cabecera municipal, para ser desenterrado en 1929 y sus restos llevados al monumento que se encuentra en 17 Carrera Torres, en ciudad Victoria.
Pero en 1999 nuevamente fue removido, ahora a la Rotonda de los Tamaulipecos Ilustres.
UN HEROE DESPROTEGIDO
Méndez nació el 22 de noviembre de 1836 en la hacienda de San Agustín. Sus padres eran los dueños del rancho.
Después de su muerte, los homenajes y reconocimientos fueron abundantes, pero desafortunadamente no se han cumplido.
En 1922, el Gobernador César López de Lara (gobierno represor del pueblo y más de los campesinos) acordó erigir un monumento al guerrillero en las calles 17 y Carrera Torres, mismo que todavía se encuentra ahí.
Cuando en 1929 los restos se le quitaron al pueblo de Hidalgo, el Gobernador Castellanos decidió que se hiciera un hueco en el pedestal para depositarlos ahí en una especie de urna.
Antes de la inhumación, se realizó un evento luctuoso, donde hizo uso de la palabra el profesor Martín Herrera, para resaltar la figura del guerrillero que combatió a los franceses.
También habló el bogado y profesor Fidencio Trejo Flores, entonces director de la Normal y Preparatoria.
Ahí se dijo que los huesos del general descansarían para siempre en la base del monumento.
Sin embargo no fue así pues, por orden del Gobernador Cavazos Lerma y sus «asesores», la madrugada del 29 de enero de 1999, a escondidas, sin honores y con el auxilio de las fuerzas policíacas, la tumba fue profanada para llevar sus restos a la Rotonda, donde la «llama eterna» apenas duró encendida algunos días.
LO TRAEN COMO PELOTA
En una de sus publicaciones, 1984, el masón Roberto Ruiz Treto habla sobre el primer «desentierro» del cuerpo del general.
Ocurrió el 13 de septiembre de 1929 por la tarde.
Los huesos fueron trasladados al salón principal de la escuela ejidal «Emilio Portes Gil», en Hidalgo, donde se improvisó una capilla ardiente.
Se le rindió homenaje toda la noche con guardias de honor que cambiaban cada diez minutos hasta terminar a las nueve de la mañana del 14.
Tal vez haya sido el más grande homenaje rendido al héroe desde su muerte en 1866.
De ahí, los huesos fueron trasladados en un automóvil a Estación Cruz, también municipio de Hidalgo, para luego subirlos en el carro express del ferrocarril que venía de Monterrey con destino a ciudad Victoria.
Los restos eran custodiados por los diputados José R. Puente y Brígido Maldonado, quienes habían presentado la iniciativa de abrir la tumba.
El tren llegó a la capital a la una con veinte minutos.
Recibieron los huesos, en la estación del tren, el Gobernador Francisco Castellanos y representantes de los poderes Legislativo y Judicial, estudiantes, burócratas, pueblo en general.
Acto seguido, los restos se llevaron al recinto del Congreso del estado, en 8 y 9 Morelos, donde se instaló otra capilla ardiente hacia el interior del salón de sesiones. Otra vez se montaron guardias de honor.
DEMAGOGIA DE POLITICOS A COSTILLAS DE PEDRO
La memoria de Méndez siempre ha estado entre demagogias.
Comenzó el 25 de enero de 1868, dos años después de su muerte cuando, a iniciativa del diputado Manuel María Canseco, se le declaró BENEMERITO DEL ESTADO DE TAMAULIPAS. Era lunes por cierto.
Luego, el 16 de noviembre de 1901, en el Paseo de la Reforma de la ciudad de México, se colocó la estatua del Benemérito, que hasta la fecha ahí permanece. Para erigir el monumento se hizo una colecta entre los tamaulipecos.
En 1922, como decíamos, quedó el monumento en su honor en 17 y Carrera Torres.
El Gobernador Magdaleno Aguilar Castillo no se quiso quedarse atrás e hizo que el 29 de abril de 1944 el Congreso del Estado emitiera el decreto número 323 para obligar a que, en todas las salas de cabildo de los ayuntamientos de Tamaulipas, se colocara en lugar visible, por siempre, la efigie de Don Pedro José, cosa que no se ha cumplido.
Por supuesto que el Gobernador Praxedis Balboa Gojon también puso «su granito de arena» e hizo que el legislativo emitiera el decreto No. 7 del diez de enero de 1966, para instituir la medalla «Pedro J. Méndez» como el máximo galardón otorgado por el pueblo de Tamaulipas a sus hijos ilustres.