Texto y Fotos: José Luís Avila
Ejido “Pascual Orozco”, Hacienda “El Centinela”, municipio de Jaumave, Tam.- En los años del porfiriato, las haciendas en México alcanzaron su máxima extensión en la historia del país. Y algunas de ellas abarcaban alrededor de diez mil hectáreas.
Las haciendas eran propiedades rústicas con instalaciones adecuadas que les permitían desarrollar un conjunto de actividades agrícolas, pecuarias, extractivas y manufactureras.
La vida que llevaba el trabajador o peón en las haciendas en la época del porfiriano, igual que en todo el país, fue una vida de explotación y de injusticia. Tal vez en estas tierras, lo comprendido en Tamaulipas, no se cometieron, al menos con la misma regularidad, los excesos que fueron práctica común en otras partes del país.
Como fue la grave practica de azotar en público a alguien que había incurrido en alguna falta que, al final de cuentas, resultaba una injusticia marcando así una época terrible hacia la gente humilde.
Los hacendados, normalmente de origen español, exigían el trabajo de sol a sol, no pagaban el día de descanso y tampoco el trabajo extra. Los trabajadores en su mayoría vivían con deudas impagables en la tienda de raya, lo cual los comprometía y obligaba a permanecer en la hacienda de por vida.
La mayor parte de las haciendas eran verdaderas empresas que dedicaban su producción al consumo interno, regional y local. Normalmente aquí en Tamaulipas producían ganado, granos como maíz y trigo que era transformado en harina en el molino que operaba dentro de la misma hacienda. También producían caña de azúcar, en otros estados tabaco, garbanzo y frutas en los extensos huertos.
Durante el gobierno de don Porfirio Díaz, surgieron otro tipo de haciendas cuya extensión era mucho mayor que la de las haciendas tradicionales; estas haciendas se desarrollaron en varios estados de la nación y cultivaban por lo regular hasta 800 hectáreas.
Eran ricas haciendas que ya venían empujando desde la época del México colonial con buenas tierras y abundante agua; aquí, en el sur de la entidad y parte de lo que ahora se conoce como el cuarto distrito figuran grandes extensiones semi-desérticas, pero también bellas regiones de bosque y serranías con tierras de monte bajo fértiles y clima templado.
La Hacienda “El Centinela”, de las más cercas a de la cabecera municipal de Jaumave, y comprendida en una altitud de casi los 760 metros sobre el nivel del mar enclavada en plena Sierra Madre Oriental, formaba parte de todo este bello escenario, ahora son simplemente ruinas pero con una historia llena de injusticias y con un valor marcado que casi nadie recuerda o pretenden olvidar.
Y es que las leyendas que de ahí surgen suenan un tanto escalofriantes pero mas como si fuera salidas de algún cuento de terror ; pues según nuestros escasos narradores hablan que en la época dura y tremenda de Don Porfirio Díaz, como Presidente de la Republica , precisamente en ese entonces esta hacienda “El Centinela” quien figuraba como dueño absoluto era nada menos que el Coronel Nieves Hernández, un personaje calificado como ambiciosos, asesino despiadado, un bandido dedicado al abigeato que aprovecho para acumular cientos de cabezas de ganado y hacer mas grandes sus riquezas.
No le importaba nada solo su bienestar económico pues gozaba de todas las confianzas de Don Porfirio Díaz, quien además de ser su compadre fue el propio Presidente de la Republica quien le regalo esta hacienda para que se instalara en esa región de Jaumave, con la sola condición de cuidar toda la zona hasta la frontera de Tamaulipas evitando el alzamiento de cualquier grupo armado en contra de la política y el Gobierno en funciones.
El Coronel Nieves Hernández, compadre de Don Porfirio Díaz, fue el cacique de la región, y cuenta uno de nuestros narradores, Raúl Rodríguez Ríos, titular del área de educación en el municipio de Jaumave, que cuando algún campesino se le acercaba al Coronel para explicarle que le robaron algunas cabezas de ganado, Nives Hernández lo invitaba a entrar a la hacienda para que las buscara, y obvio que las personas entraban con toda la confianza del mundo, pero cuando ya estaban adentro les ordenaba a sus pistoleros bajo sus ordenes, que los eliminaran por haber invadido su propiedad privada.
Así cientos de personas fueron ahorcadas, asesinadas y enterradas en ciertos lugares de esta hacienda, a fin de cubrir todo rastro de los humildes e inocentes campesinos, que sin saber la suerte que les esperaba ahí encontraban su muerte.
Así acumulo su riqueza el Coronel Nieves Hernández, a tal grado que prefirió mejor enterrar todas sus pertenencias de valor, entre joyas, cientos de monedas de oro y plata, a un costado del casco de esta hacienda, y escogió a cinco de sus ayudantes, según el Coronel de plena confianza esto para estar seguro que a nadie les informaran a desconocidos donde escondieron tan apreciable tesoro, sin embargo fue tan fuerte la desconfianza del militar que una vez terminado el trabajo encomendado, prefirió eliminarlos y enterrarlos en el mismo lugar, según esto para que los espíritus de ellos mismos le cuidaran sus riquezas.
De ahí surge la leyenda, ahora quienes llegan a pasar por ese lugar ya muy entrada la noche, dicen escuchar murmullos de gente quienes vienen montados a caballo, pero que en realidad no se les entiende nada, mas si se llegan a escuchar los sonidos de los casos del caballo.
En los escasos datos e historia que existen del Coronel Nieves Hernández, resulta que en 1903-1904, el mismo Presidente de la Republica, Don Porfirio Díaz, le ordena directamente al Coronel en mención que se traslade de inmediato a la frontera del estado de Tamaulipas, pues ha recibido mensajes de gran credibilidad que el señor Catarino Garza, al parecer periodista, se acaba de alzar en armas en contra del Gobierno, por tal motivo lo debe detener a como de lugar y lo más pronto posible antes de que más alzados se unan a Garza.
Las órdenes son acatadas y desde Jaumave Nieves Hernández inicia su peregrinar hacia la frontera de Tamaulipas, el Coronel ya sabía por datos que también le llegaron, que Catarino era una persona bastante aguerrida, de armas tomar y de una recia valentía, no le tenía miedo a nada ni a nadie, es decir que se iba a enfrentar con un enemigo de su mismo nivel y su misma hechura.
Para esto á Díaz por telégrafo le informa el Gral. Hinojosa, entonces Ministro de la Guerra, sobre la postura de Catarino, pero también se apresuró a escribir al
Coronel Nieves Hernández, para que se trasladara Reynosa, Tamaulipas, dejando entrever una afectuosa carta en la que le decía que el Gobierno estaba informado de que también los revolucionarios Vallejo y Bazaldúa de, Nuevo León se habían internado a Tamaulipas, para trastornar el orden y que el General Díaz confiaba en su lealtad, se refería a la del Coronel Nieves Hernández por ser compadres y que nunca lo iba a traicionar.
Todo ello para que sin pérdida de tiempo restableciera la paz, en Tamaulipas; pero tras esta carta recibe el propio Nieves Hernández un telegrama capcioso
del Gral. Díaz en el que le recomendaba que pacificara la frontera y que sin. pérdida de tiempo le diera aviso de haber obsequiado o atendido sus deseos.
Debemos advertir que en esos días ningún movimiento revolucionario asolaba la frontera, pero todos esos documentos que el Coronel Nieves Hernández recibió, también los mostró a un amigo de su intimidad cuyo nombre nunca se dio a conocer por estrategias militares, pues eran por demás evidentes que querían terminar con la dictadura de Don Porfirio Díaz, a través de Vallejo, Bazaldúa y Catarino.
En tanto, Bernardo Reyes, precipitadamente envió de Monterrey a Reynosa, un capitán apellidado Arteaga, como pretexto de que dirigiera las operaciones contra Vallejo, Bazaldúa y Catarino, pero en realidad para que fueran testigo presencial del asesinato de esos llamados miserables alzados; Arteaga, acompañado por un tal Víctor Piña y al frente de 100 hombres de caballería, salieron de Reynosa en persecución de los trastornadores del orden, pero expertos y conocedores del terreno, lograron ponerse a salvo, pero poco tiempo después fueron asesinados por orden de Reyes.
La dictadura continuó tendiendo celadas al Gral. Martínez hasta que logró asesinarlo en Laredo, Texas; mientras tanto Reyes fue el obligado director de
ese crimen imborrable. Y se mancho por todas estas infamias cometidas, quedando con un estigma indeleble, negruzco, nauseabundo, y se cuenta que todavía al recibir la noticia de que el Gral. Martínez yacía muerto, su histérica y nerviosa risa se escuchó en los salones del Cuartel General, en los del Palacio de Gobierno y debe haber rodado estrepitosa por los prostíbulos que frecuentaba en ese entonces.
Mientras tanto el Coronel Nieves Hernández fue acusado por el mismo General Reyes como traidor a la causa de Don Porfirio Díaz, lo cual provocó que el mismo dictador ordenara su traslado – del Coronel-, a la Ciudad de México, para ser juzgado y condenado a muerte.
Pues en el informe que le llegó al Presidente de la República fue que su compadre, Nieves Hernández, lo traicionó porque supuestamente le perdonó la vida a Catarino Garza, pero lo cierto es que el mismo Catarino y su escasa tropa lograron huir a los Estados Unidos para esconderse de las fuerzas armadas porfirianas.
Ante ello el Coronel Hernández siempre pidió hablar directamente con Don Porfirio Díaz, para explicar todo el acontecimiento y la jugada burlona y traicionera que le hizo el General Reyes, el hecho nunca llegó pero sí las súplicas del Coronel a tal grado que el mismo Presidente finalmente le perdonó la vida, y antes de ser fusilado fue puesto en un tren, bajo estrecha vigilancia, para que fuera trasladado a San Luís Potosí y de ahí a su hacienda “El Centinela”, acción que nunca se dio pues antes de llegar a su destino fue envenenado y descubierto ya muerto en su mismo lugar; los restos fueron traslados al panteón de Jaumave.
Mientras tanto de Catarino Garza solo se describe que este huyó al Salvador, y estuvo en Nicaragua y Venezuela con los grupos opositores de aquel entonces, y murió en una de estas naciones después de un enfrentamiento.
Del tesoro del Coronel de Nieves Hernández, existe el misterio de que ya varios han tratado de encontrarlo pero con poca fortuna, hasta llegó un experto en localizar tesoros procedente de los Estados Unidos, pero todo ha sido inútil, ahora solo hay ruinas de lo que en su tiempo fue la hacienda “El Centinela”.