Cd. Victoria.- Ya está dicho todo: Nadie puede parar los golpes y agresiones del diputado Alejandro Guevara Cobos, alias El Señorito, en contra de los inermes ciudadanos. Así que la gente, debe estar preparada para defenderse cuando menos en los siguientes tres años, tiempo que le dura la inmunidad.
Lo confirmó personalmente en ciudad Victoria, y más antes el dirigente tricolor, Ricardo Gamundi, había señalado que su partido, el PRI, no le puede llamar la atención al agresor porque no son sus funciones.
En otras palabras, el señor Guevara, ahora que goza de fuero, puede proceder a golpes y patadas para resolver sus diferencias con ciudadanos mortales.
Es bueno saberlo, dicen allá en la zona cañera, porque los ofendidos le pueden responder de la misma manera. Durante la campaña política dejó tiradero de pela´os, muchos agravios, lesionados incluso, personas ofendidas que no se duda estarían dispuestas a buscar la venganza de “ojo por ojo…”.
Claro que eso es malo, porque hoy, con el fuero que tiene, en contra de Luis Alejandro no procederán las demandas penales, ni en Tamaulipas ni a nivel federal. Para enjuiciarlo habría que desaforarlo.
Muy grave, porque a la próxima, los ofendidos responderán como El Señorito, como dijo que lo volverá a hacer ¿y entonces para que refregados sirven las Leyes?.
En este tenor, no hay mas que pensar que el jovenazo se ha convertido en una amenaza social no solo para los tamaulipecos sino para sus mismos compañeros de cámara, donde afirmó que medirá con lo mismo si lo agreden.
Altanero y soberbio, dijo que fue el ofendido, pero se pasó por el arco las Leyes y posibles demandas, y hasta el lenguaje conciliatorio, de tal forma que no se duda que algún día encuentre “la horma de su zapato”, como se dice en el populacho.
Si le gusta agredir a periodistas, como tiene su historial, al menos el columnista, yo, su servidor, ya se que, si me tira una cachetada, un madrazo, se lo tengo que responder porque en su contra no caben las querellas.
Mire que el caso es sui generis, aunque tenemos a otros diputados medio locos, como Cabeza de Vaca, quien cuando fue federal, en cualquier dificultad mandaba llamar al Ejército y la PGR.
Cuando fue diputado federal pourinominal por el PAN, Eduardo Alvarado García, originario de Padilla, en alguna ocasión se agarró a trompadas en el poblado de Santa Engracia, en una cantina, donde incluso sacó a relucir su pistola, una pistolita calbire .22, para hacer dos disparos.
En ese mismo momento habló por teléfono con los dirigentes de la Cámara, y fueron enviados agentes federales a proteger el fuero del legislador borracho.
Más tarde, en el 2007, el jovenazo fue candidato a la alcaldía de Victoria, por las siglas del PRD, en lo que se consideró una negociación con los tricolores.
No recordamos a más diputados locos, pendencieros, que se agarran a golpes en cualquier esquina para demostrar que tienen fuero y que son muy valientes.
En sus mejores tiempos, el diputado local Bruno Alvarez Valdez, en la época del gobierno de Américo Villarreal Guerra, le metió varios tiros a una patrulla de tránsito en la plaza Juárez del 15 Hidalgo y Juárez, y no fue detenido por su fuero.
En otra ocasión se crucificó allá por El Santuario pero, pese a su carácter fuerte, jamás agredió a ciudadanos.
Cargaba una filosa hacha y su .38, pero no hubo denuncias de agresiones como ahora se da el caso con Guevara Cobos.
Alguien, si no es del PRI, debería llamarle la atención porque esto puede terminar mal, en el entendido de que es inmune a las demandas penales por ilícitos cometidos, y él puede cometer alguna locura, o lo pueden hacer en contra suya.
La Ley de la selva no puede imperar para el diputadito, quien de paso nos dicen que tiene puesta su mente en la alcaldía de la cañera, una vez que culmine su ciclo en la cámara.
Tal vez con una disculpa pudo solucionar muchos problemas, pero no, se comporta soberbio y dispuesto a seguir cometiendo tropelías en contra de la comunidad a la que se supone debe representar.
Ya solo faltó que uno de los ofendidos de El Mante, el empresario Pablo Torres, haya votado por El Señorito en la pasada contienda electoral.
Solo como dato, dege recordarse que allá en los años treintas del siglo pasado, no era raro encontrar a legisladores que eran auténticos pistoleros, agresivos, locos y hasta matones, que tomaban a las mujeres que les gustaban, por las buenas o por las malas
Pues bien, el diputado local Guillermo Zúñiga, siempre emnpistolado y dispuestosa a agredir a cualquier ciudadano por “quítame estas pajas”, encontró la muerte acuchillado, allá por 1938, en una noche lluviosa.
Lo mató un marido ofendido cuando andaba de sancho y, desde entonces, al ejido, ubicado a un lado de las vías férreas en Santa Engracia, le quedó su nombre. Muy pocos saben la historia del por qué y cómo fue que murió.
En otro tema, ha causado profunda consternación el fallecimiento de la colega María de los Angeles Díaz Martínez, Mary para los compañeros del gremio.
La noticia nos agarró fuera de la ciudad, en Monterrey, cuando apenas entre semana, en el Congreso del Estado, la vimos tomar sus fotografías del arranque del periodo ordinario de sesiones, con esa sonrisa que la caracterizaba.
Como no recordar a Mary, cuando la conocimos en 1971, cuando ella, La Pituka, no tenía ni los 12 años. Y luego en la preparatoria en esas huelgas universitarias que tenían como fondo la destitución del rector Jesús Lavín Flores en la segunda mitad de los setentas.
Vaya el pésame de la columna para sus hermanos, Guadalupe, Cuauhtémoc, Lilia, Omar Guadalupe “El Güero”, Eréndira, Nina, Morelia…Para toda la familia, y que tengan una pronta resignación.
Ella, como Lupe y Temo, siguió los pasos de su padre, Don Guadalupe, nuestro gran maestro en aquellos primeros días de emborronar cuartillas.
Que descanse en paz la compañera, a quien ya no veremos más en los Honores a la Bandera, en el Congreso del Estado, en las conferencias del PRI, en las entrevistas de banqueta y todos esos eventos diarios.
Solo se nos adelantó en el camino sin retorno.
Nos vamos.