“Octubre mes de las Misiones…”
Lic. francisco Javier Álvarez de la fuente
Durante el mes de octubre, llamado «Mes de las Misiones» La Iglesia Católica intensifica la animación misionera, uniéndonos todos en oración, el sacrificio y el aporte económico a favor de las misiones, a fin de que el evangelio se proclame a todos los hombres.
La Iglesia dedica el mes de octubre mundialmente a despertar el Espíritu Misionero en los fieles, con gestos de solidaridad hacia los 200,000 misioneros que entregan sus vidas por el anuncio del Evangelio en el mundo.
Pero el domingo 23 de octubre de 2011 se celebra la Jornada Mundial de las Misiones «Domund» en todas las Iglesias locales, como fiesta de la catolicidad y de solidaridad universal. La colecta de este día es destinada al fondo universal para las misiones más necesitadas.
Juan Pablo II en el Nº 72 de la Redemptoris Missio, menciona a los «movimientos eclesiales dotados de dinamismo misionero» que, «cuando se integran con humildad en la vida de las iglesias locales y son acogidos cordialmente por los Obispos y sacerdotes en las estructuras diocesanas y parroquiales, representan un verdadero don de Dios para la nueva evangelización y para la actividad misionera propiamente dicha».
Todos nosotros, miembros de la Iglesia e impulsados por el mismo Espíritu, somos consagrados, aunque de diverso modo, para ser enviados: por el bautismo se nos confía la misma misión de la Iglesia. A todos se nos llama y todos estamos obligados a evangelizar, y esta misión frontal, común a todos los cristianos, ha de constituir un verdadero «acicate» cotidiano y una solicitud constante de nuestra vida.
Es muy bello y estimulante recordar la vida de las comunidades de los primeros cristianos, cuando éstos se abrían al mundo, al que por vez primera miraban con ojos nuevos: era la mirada de quien ha comprendido que el amor de Dios se debe traducir en servicio por el bien de los hermanos.
Pero la fe que renueva la vida y la misión que fortalece la fe no pueden ser tesoros escondidos o experiencias exclusivas de cristianos aislados. Nada está tan lejos de la misión como un cristiano encerrado en sí mismo: si su fe es sólida, está destinada a crecer y debe abrirse a la misión.
El primer ámbito de desarrollo del binomio fe-misión es la comunidad familiar. En una época en la que parece que todo concurre a disgregar esta célula primaria de la sociedad, es necesario esforzarse para que sea, o vuelva a ser, la primera comunidad de fe, no sólo en el sentido de la adquisición, sino también del crecimiento, de la donación y, por tanto, de la misión.
Es hora de que los padres de familia y los cónyuges asumamos como deber esencial de nuestro estado y vocación evangelizar a nuestros hijos y evangelizarnos recíprocamente, de modo que todos los miembros de la familia y en toda circunstancia -especialmente en las pruebas del sufrimiento, la enfermedad y la vejez- podamos realmente recibir la Buena Nueva.
Se trata de una forma insustituible de educación a la misión y de preparación natural de las posibles vocaciones misioneras, que casi siempre encuentran su cuna en la familia. Y ahí desde este ámbito donde nos desenvolvemos para hacer lo que debemos y actuar en consecuencia… ¡Aquí estamos!