Después de tres años de haber sido creado el Instituto de Mediación de Tamaulipas, mire que por fin apareció el primer “mediador” particular reconocido por el estado.
Se trata de la abogada Esperanza Guerra García, egresada de la UAT, cuyo caso nos da una idea del tortuguismo en que está hundido dicho órgano descentralizado.
El Instituto fue creado por decreto del Congreso publicado en el periódico oficial el 21 de agosto del 2007, que para mediar en pleitos y confrontaciones que se pueden resolver mediante el diálogo.
La Ley respectiva dice que los “mediadores” son abogados del foro que tienen que inscribirse ante el organismo.
Esta primera interesada logró su propósito más de tres años después de la promulgación de la Ley que crea el IMT.
Pues bien, Guerra García solicitó su reconocimiento como mediadora el nueve de febrero del 2010, y su asunto se ventiló hasta ocho meses después.
Es la “celeridad” con que el jefe Joaquín Roché Cisneros viene manejando el IMT.
Y eso que ella tiene maestría precisamente en mediación y forma parte del Instituto de Mediación de México ¿qué pasará con quienes no traen cartas de presentación? Parece que el organismo sigue siendo un elefante blanco.
A como marcha el señor Roché, en uso diez años tendrá la primera docena de mediadores, que son la razón principal de que él tenga chamba.
Ah! porque mire usted, los mediadores son particulares que cobrarán sus servicios a una de las partes en conflicto, la más interesada en resolver.
Pues con la novedad nueva, querido lector, que hay personas que ya se sienten funcionarios y despachando a partir del uno de enero del 2011 con la nueva administración.
Es más, algunos de ellos se dan el lujo de repartir chambitas de colaboradores con la afirmación de que ya fueron “palomeados” por el mero jefazo, en este caso el ingeniero Egidio Torre Cantú.
Precisamente es lo que sucede con el señor Gustavo Wong Zamudio, metido siempre en el sector educativo, donde cobra (quien sabe si trabaje), y quien ya se dice Subsecretario de Educación en lugar de Bladimir Martínez Ruiz.
Wong ha tenido chambitas ahí en la SET, antes Secude, en el área de normatividad y reconocimiento de validez oficial.
Dicen que dice que su amigo Miguel González Salum le iba a dar chamba en el ayuntamiento, pero “se lo ganaron” desde el comité del Gobernador Electo y se tendrá que sacrificarse.
Lo que divulga el profesor, debe ser porque el Gobernador Electo ya le dijo que será funcionario. De lo contrario, no se cree que el señor ande inventando cosas.
En tema diverso, mire que el miércoles nos quedamos anonadados, espantados, perplejos o mas bien ¡apendejados! con una iniciativa de punto de acuerdo de la diputada Rebeca Enríquez Aregullín, en que solicita que el gobierno estatal y los municipios recolecten el aceite usado en las cocinas de Tamaulipas, para reciclarlo.
Pidió, pide que en las esquinas de las colonias, fraccionamientos o zonas residenciales se instalen centros receptores del aceite y se envíen a las fabricas de jabón o de fertilizantes.
Una más de los panistas, con lo cual comprobamos que los azules andan mal de la cabecita. Claro que para hacer tarugadas no se estudia.
Por cierto, se dice que el panista Pablo Cantú Hinojosa esta por tomar posesión como delegado de la Profeco de ciudad Victoria, en sustitución de la también azul Teresa Aguilar.
El despacho está a cargo de Darío Martínez Domínguez, quien pese a los meses transcurridos, no tiene el nombramiento definitivo.
En Tamaulipas la Procuraduría de Protección al Consumidor (que con ella o sin ella da lo mismo) tiene siete oficinas donde aterriza un buen número de burócratas.
Todo estaría bien con el señor Cantú, pero da la casualidad que tiene por ahí cuentas pendientes en la Procuraduría de Justicia de Tamaulipas.
Pero lo que sí vino a colmar el plato es la decisión de Doña Libertad García Cabriales, jefa del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución, de premiar con la medalla “Bernardo Gutiérrez de Lara” a un centenar de tamaulipecos de todos los municipios, muchos de ellos que ni siquiera viven en el terruño o partieron para otros países.
Pero no solo eso, sino que se otorgaron –como decía el compañero Othón Villarreal Guzmán- tal vez consultando el directorio telefónico.
Y cuando la señora y su gente no encontraron el directorio de algún municipio, se fueron a los datos de la asociación de cronistas para premiar a sus socios y salir del paso.
Tenga usted la seguridad, querido lector, que hay gente que ni siquiera se enteró que recibiría un reconocimiento.
Los que salvaron el punto se cuentan con los dedos de una mano: El doctor Ramiro Iglesias Leal, de Camargo, y el profesor Napoleón Villanueva, de Jaumave; el maestro Fernando García Arellano, de Padilla, el cronista Cuéllar Cuéllar, de Matamoros, y el maestro Antonio Maldonado Guzmán, de Victoria.
Pero mire usted, de Jiménez, ¿Rosario Elizondo merece el premio? Solo por citar un nombre, porque hay más de medio centenar.
Mejor dejemos estas cosas, no sin antes señalar que allá en Tula, el alcalde Saúl Muñoz Vallejo no se anduvo por las ramas cuando desde el palacio de ciudad Victoria le dijeron que “cuidara” su integridad física.
El muchacho no se fue para su ejido, Tanque Blanco, ni a San Luis Potosí ni para “el otro lado”, sino que se brincó el charco grande y fue a comprar casa en Almería, allá en la Madre Patria.
La voz popular DICE que Saúl es un ente inteligente al que jamás atraparán los bandidos.
Ahora sí nos vamos.